El Sol de México entrevistó a estudiantes de Ayotzinapa y les preguntó sobre cómo se vive el primer día de clases y cómo recuerdan a los compañeros asesinados.
Arcelia Maya / El Sol de México.- En los 14 kilómetros que comprende la carretera federal Chilpancingo-Tixtla están clavadas las cruces de algunos estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, asesinados. Las cuatro estructuras de cemento marcan los crímenes que han sufrido alumnos de este plantel.
De Chilpancingo a Tixtla, la primera cruz se encuentra en el kilómetro uno y pertenece al estudiante Yanqui Kothan Gómez Peralta, quien en el momento de su asesinato cursaba el cuarto semestre de la pciatura en educación primaria. El joven fue asesinado el pasado 7 de marzo en el antiguo libramiento a Tixtla, en la colonia Indeco.
Las investigaciones señalan que en la Normal de Ayotzinapa se festejaba un baile por el 98 aniversario de la escuela y Yanqui viajó a Chilpancingo con dos de sus compañeros a recoger a unas amigas que irían a la celebración. Los tres jóvenes se trasladaron en una camioneta presuntamente reportada como robada.
Los normalistas pasaron a una tienda a comprar cigarros cuando fueron interceptados por dos motocicletas con tres elementos del Grupo de Reacción Inmediata Centauro, de la Policía Estatal del Estado de Guerrero. En el lugar se registró una disputa y los elementos dispararon a los estudiantes. Yanqui recibió un balazo en la frente.
En el kilómetro 4 están otras dos cruces. Son de Filemón Tacuba Castro y Jonathan Morales Hernández. Los alumnos fueron asesinados el 4 de octubre del 2016 cuando regresaban de sus prácticas profesionales y se subieron a una combi de transporte público con rumbo a la carretera a Tixtla.
El gobierno estatal informó que los homicidios fueron resultado de un asalto a los pasajeros de la combi, versión que no creen los alumnos. Además de los normalistas, en los hechos se registraron otros dos asesinatos y tres heridos.
La última cruz de un normalista asesinado se encuentra en el kilómetro 14, dentro de las 17 hectáreas que comprenden la escuela y recuerda el crimen de Juan Manuel Huikan Huikan, de 18 años, estudiante de primer año de la Normal de Hecelchakan, Campeche.
Según afirmaciones de los alumnos, el crimen ocurrió el 12 de octubre de 1988 y estefue el primer asesinato contra un estudiante de la Normal de Ayotzinapa. El homicidio sucedió en La Gloria, una colina con escaleras que conectan las oficinas administrativas de la institución con la carretera federal.
Juan Manuel era integrante de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Llegó a Ayotzinapa para sumarse a las protestas contra el Presidente de la República, Carlos Salinas y el gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, quienes a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP) emitieron un decreto por medio del cual se buscaba desaparecer el bachillerato pedagógico.
Los manifestantes se ubicaban en la caseta, que está en la parte alta de la Normal, a orillas de la carretera federal, cuando policías y el grupo de inconformes protagonizan una trifulca. Los policías dispararon al aire y después apuntaron a la multitud. El joven recibió una bala por el costado derecho.
A unos metros de esta zona se encuentra otra cruz que pertenece a Alexis Obet Zamudio Bello, de quien no se tienen referencias, pero según lo escrito en la estructura nació el 17 de mayo de 1992 y falleció el 24 de junio de 2011. Tenía 19 años.
El kilómetro 14 es el punto más simbólico de la carretera Chilpancingo – Tixtla. Ahí se encuentra una caseta con el letrero de “Bienvenidos”. Está pintada de rojo y al centro tiene el escudo de la Normal de Ayotzinapa rodeado por el nombre y la mascota de cada una de las 16 Normales Rurales que existen en país. Así como la leyenda: “Aquí se respira a lucha”.
Enseguida se ve un espectacular que dice: “Si el gobierno sigue reprimiendo y cerrando a las Normales Rurales, el pueblo tendrá la última palabra. Ayotzinapa -FECSM”. Después, un puño pintado de rojo.
A pocos minutos de este lugar, entre los arbustos, están colgadas lonas con las imágenes de los rostros de los 43 Normalistas desaparecidos en Iguala. Enfrente se ubica un arco rojo que muestra la entrada principal a la Normal.
Un callejón lleva a los visitantes a un portón negro, donde alumnos hacen guardia para vigilar la entrada y salida de las personas que ingresan al plantel.
Un día en la Normal de Ayotzinapa.
Son las 7:00 horas del lunes 26 de agosto, el día que oficialmente inicia el nuevo ciclo escolar. Los 568 normalistas inscritos a esta casa de estudios ya iniciaron sus actividades.
El estudiante que recibe a El Sol de México dice que es una mala fecha para visitarlos: la agenda de los alumnos de nuevo ingreso está centrada en las protestas que realizarán en la Ciudad de México, junto con padres de los 43 desaparecidos.
A 10 años de los hechos violentos en Iguala, Guerrero, otro contingente de estudiantes también se manifestará en Chilpancingo.
Después de medio día, la mayoría de los alumnos ya no estará en la escuela.
El casco de la antigua hacienda cañera, con una fachada de piedra y grandes ventanales, hoy alberga las oficinas administrativas. Al centro está un obelisco rodeado con esculturas de tortugas, la mascota de la Normal de Ayotzinapa.
Son las 8:00 horas. Los 120 alumnos de nuevo ingreso de la licenciatura en educación primaria y 45 en la licenciatura en educación primaria, intercultural, plurilingüe comienzan a ordenar los 20 salones y dos laboratorios. El edificio de dos pisos en sus paredes luce murales con imágenes de padres de los 43 desaparecidos, Emiliano Zapata envuelto con una bandera de México, obreros levantando un marro y mujeres encapuchadas alzando la mano izquierda.
A los de nuevo ingreso les corresponde cargar las bancas, sillas y colocar las cortinas. El trabajo lo hacen de prisa, sin distracciones.
En menos de 20 minutos todo está listo para que los estudiantes de segundo, tercero y cuarto grado tomen clases.
Conforme transcurre la mañana van llegando los 57 profesores y las 65 personas del área administrativa.
En algunas aulas, con pizarrones electrónicos, los maestros explican temas complejos: “Los problemas y desafíos de la educación básica en México”.
Fernando Garduño Jiménez, profesor desde hace 22 años en la Normal, quien imparte a los de primer semestre la materia Didáctica de la matemática, afirma que inicia el ciclo escolar con la mejor disposición y durante las vacaciones se preparó para proponer en sus dos grupos nuevas actividades.
“Espero que los estudiantes entren a grupo, a clases y que nos atiendan porque también nos gusta que cuando estemos trabajando nos escuchen y que realicen las actividades que tenemos programadas, porque de esa manera nos damos cuenta de que estamos desempeñando nuestro trabajo”, dice en entrevista.
Un estudiante a quien apodan “Erizo”, originario de Atoyac de Álvarez, normalista de nuevo ingreso en la licenciatura en educación primaria, comenta que se inscribió a la Normal de Ayotzinapa porque no tenía recursos para ir a otra escuela. Algunos de sus tíos y primos egresaron de este plantel.
“He estado aquí casi un mes y la verdad es una escuela que está muy bien para nosotros, los hijos de los campesinos. Nos da todo la escuela prácticamente”, cuenta el joven quien está en la etapa de prueba y lleva, igual que todos sus compañeros primerizos, el cabello rapado.
Explica que su papá es campesino y su mamá ama de casa. “Lo primero es sacar la carrera y así trabajar para ayudar a mi familia a salir adelante”, agrega el joven quien tiene dos hermanas.
Al público en general le diría que no se crea todo lo que las demás personas dicen de la escuela o inventan. Sí recomiendo venir. Nos dan todo, dijo el normalista apodado “Erizo”
El estudiante apodado “Poca vida”, originario de Tixtla, también es de nuevo ingreso en la licenciatura en educación primaria y entró porque sus tíos lo motivaron a ser maestro rural.
“La población comenta cosas que no son. Realmente, estando aquí en Ayotzinapa, es otra cosa, es otra esencia, es otra cosa que se vive. Principalmente, los que vienen a hacer el intento de quedarse es donde más se aferran porque le agarran amor a la Normal Rural”, dijo el mayor de tres hermanos.
Explicó que pasará varios filtros para poder entrar, terminar la carrera, sobresalir y tener una profesión como maestro.
“Nosotros hacemos la lucha por lo que ha pasado, por las represiones que hemos tenido, que ha tenido la Normal, es por eso por lo que nosotros salimos a las calles para demostrar esa lucha que tenemos de los compañeros que han sido reprimidos, que han sido desaparecidos y para apoyar a los padres de los 43 que todavía están en busca de sus hijos”, señaló el hijo de comerciantes.
En tanto, Maceleo, de 21 años, habla me’phaa o Tlapaneco y es alumno de segundo grado de la licenciatura en educación primaria, intercultural, plurilingüe. Decidió ingresar a laNormal porque en su pueblo no encontró más opciones para seguir aprendiendo.
Mi pueblo está más lejano y no hay escuelas cerca. En mi escuela nada más tenemos bachilleres y Telesecundaria. Nada más eso y primaria. Puedes estudiar en otro pueblo bachilleres. No hay ahí mismo, dijo el estudiante llamado Maceleo
Opinó que al graduarse como maestro rural busca fomentar en sus alumnos el cariño por su lengua.
Los 312 dormitorios están en un edificio de tres pisos, a un costado de los 20 salones y también en otras áreas de la institución.
Son las 9:00 horas y el normalista anfitrión brinda un recorrido por los Módulos de Producción, donde están las 26 vacas, 7 becerros, 30 cerdos, 13 chivos y gallinas.
Mayra Cecilia Bello Vázquez, médico veterinario zootecnista, quien se encarga de la salud de los animales, aseguró que también tienen más de 40 perros, 10 machos y 30 hembras, que han llegado solos al plantel. La mayoría los tiran en el basurero de la Normal.
La encargada de prevenir, atender y controlar enfermedades en los animales dijo que le urge esterilizar a las perras, pero no cuenta con los recursos suficientes para darles el tratamiento que requieren.
A lo lejos se ven los campos de cultivo, donde los alumnos siembran maíz y flor de cempasúchil que en Día de Muertos ofrendan a los estudiantes asesinados.
Dan las 10:30 horas y el movimiento de alumnos se comienza a intensificar. Los que van en grados avanzados salen de las aulas y se dirigen al comedor.
Los de nuevo ingreso ya tienen sus mochilas en el hombro y se forman en hileras de cinco. Escuchan instrucciones y uno por uno sube a los camiones que los trasladarán a la Ciudad de México. Es 26 de agosto y, como cada mes, en la capital del país gritarán consignas para exigir verdad y justicia por sus compañeros asesinados, heridos y desaparecidos.