El río no tiene la culpa
se despierta muy temprano
invitando a nuestros niños
a entrar a sus caudalosas aguas.
Ellos que que ya tienen su corazón
en soledad inocentemente se dejan arrullar, él río va callando sus voces y enjugando
sus lágrimas.7
La profundidad de sus aguas
los abruma, los aplasta, los invita a jugar
pero también los mata.
Una promesa incierta
los deslumbra, los arrastra
y el río sin culpa sigue callando
lo que sus aguas gritan.