Tom Cruise ofrece espectáculo, pero la saga parece tropezar con su propia ambición.
Los Ángeles/California.- En esta nueva entrega de Mission: Impossible, Ethan Hunt (Tom Cruise) enfrenta su reto más grande: una inteligencia artificial amenazando con desatar el apocalipsis nuclear. Aunque la trama intenta conectar todas las películas anteriores con un hilo argumental serio, el tono grave y la sobreexposición narrativa hacen que el inicio del filme se sienta pesado y hasta ridículo, alejándose del espíritu ligero que distinguía a la franquicia.
A pesar de los tropiezos, la cinta dirigida por Christopher McQuarrie compensa con espectaculares secuencias de acción, como una tensa escena en un submarino sumergido y un vertiginoso duelo aéreo con biplanos. Cruise sigue siendo el alma del espectáculo, colgado de aviones o conduciendo a toda velocidad, con una expresividad que lo hace cercano y humano, muy por encima de otros héroes de acción que nunca sudan ni dudan.
El exceso de personajes secundarios y la necesidad de justificar sus vínculos con el pasado entorpecen la narrativa. Aunque hay actuaciones destacables, como las de Simon Pegg y Angela Bassett, muchas figuras se pierden en diálogos planos. The Final Reckoning logra entretener, pero en su intento por cerrar la historia con grandeza, la saga parece haber olvidado su esencia: ser divertida, ágil y sin complicaciones.