Su obra cumbre de la literatura mexicana, Los bandidos de Río Frío (1889-1891), la escribe en Barcelona, España, a unos años de su muerte.
Un Ingenio de la Corte, Fidel y Yo, El mismo Yo, El bibliotecario, Payno y del Castillo, M.P.C., M.P., P., Manuel Payno, M. Payno y Payno son los seudónimos, siglas y nombres que se encuentran en algunas producciones literarias publicadas durante la vida de Manuel Payno Cruzado, conocido por sus amigos como el Chato. De acuerdo con los investigadores Claude Duclas y Boris Rosen Jélomer, Payno nació en la ciudad de México el 28 de febrero de 1820 y no en 1810, como se creía.
Él era hijo del matrimonio formado por María Josefa Cruzado y José Manuel Payno y Bustamante, quien era primo hermano del general Anastasio Bustamante. Sin embargo, el autor hace referencia a su tío en sus escritos, en forma velada y con algo de desdén. Aparentemente, es debido a su tío, que el joven Payno obtuvo su primer trabajo en la sección fronteriza del bajo río Bravo, donde iniciaría su carrera literaria, inspirado por el pobre y desolado noreste mexicano de esos tiempos.
LARGA TRAYECTORIA.
A Manuel Payno, una de las figuras del mundo de las letras más notables de México en el siglo XIX, se le conoce como un perpetuo viajero, consumado político algunas veces traicionado, reconocido militar, funcionario y diplomático del Gobierno Federal. Fue actor y testigo de los principales movimientos de la historia de México, como fueron: la separación de Texas en 1836; la Intervención Norteamericana en México entre 1846 y 1848; la Guerra de Reforma entre 1857 y 1859; además de tener participación durante el juarismo y el porfiriato.
En su trayectoria como liberal moderado, fue dos veces ministro de Hacienda durante las presidencias de José Joaquín Herrera e Ignacio Comonfort; conspiró en el Plan de Ayutla en contra de Antonio López de Santa Anna; participó en el golpe de estado a Comonfort, por lo que se le procesa y se aparta de la política; perseguido durante la Intervención Francesa, termina reconociendo al gobierno de Maximiliano de Habsburgo.
Diputado del Congreso de la Unión durante la restablecida República de Juárez; cónsul de Santander y cónsul general en Barcelona en España; Senador y Presidente de la Cámara Alta; catedrático de Historia de México. Muere el 4 de noviembre de 1894 desempeñando el cargo de Senador de la República, ya entrado el porfiriato.
Payno es reconocido como un escritor polifacético que cubre temas financieros, políticos, crónica, periodismo, historia y literatura. El estilo costumbrista de sus novelas, lo hace el escritor más representativo de este género durante ese siglo. Entre los trabajos literarios se reconocen: el cuento El fistol del diablo (1845-1846), las novelas El hombre de la situación (1861), Tardes nubladas y El libro rojo. Su obra cumbre de la literatura mexicana, Los bandidos de Río Frío (1889-1891), la escribe en Barcelona, España, a unos años de su muerte.
LLEGÓ A MATAMOROS COMO ADUANAL.
Siendo muy joven, fue meritorio en la Aduana de México, pasando a residir a la ciudad de Matamoros junto con Guillermo Prieto, también uno de los grandes escritores de su tiempo. Ambos jóvenes, fueron unos de los primeros empleados aduanales en el puerto de Matamoros.
El mismo Payno relata en sus escritos que llegó a la “frontera montado en un alazán tan flaco como brioso, con una espada tan larga coma desafilada, unas pistolas de media vara de largo que habían pertenecido a su abuelo y una cabeza llena de pensamientos románticos”.
Durante su estadía en la frontera norte, entre 1837 y 1844, Payno trabajó como contador de la misma aduana y más tarde en 1840, como secretario particular del general Mariano Arista, del Ejército del Norte acantonado en Matamoros, logrando el grado de teniente coronel.
Payno empezó a escribir en 1838 para algunos periódicos, revistas y otras publicaciones localizadas en la Ciudad de México. En el año de 1839, viajó hacia el Presidio del Río Grande que se encontraba en lo que es Guerrero, Coahuila; recorriendo las famosas Villas del Norte (Reynosa, Camargo, Mier, Revilla y el Laredo del actual Texas), visitando también diferentes poblados en Nuevo León y Coahuila.
Sus “impresiones de viaje” como lo narra él, eran anotadas en una cartera que siempre llevaba en su bolsa y sus hojas eran llenadas de la inspiración que emanaba de ese desolado territorio norteño; a veces enriquecido con entrevistas que les hacía a los lugareños y con las consultas en los mismos archivos, cuando llegaba a sus pueblos.
Sus conclusiones sobre la historia son a veces algo imprecisas, no por su destreza como investigador, sino por la parca documentación que se encontraba en las villas en ese entonces.
En uno de los artículos aclara que, cuando inició el escrito sobre el viaje por los departamentos a lo largo del río Bravo, decidió hacerlo en una forma pintoresca y no científica; si bien cita con gran respeto y admiración los trabajos científicos de Alexander von Humboldt, al igual que los del científico francés Jean Louis Berlandier, el cual incidentalmente residía también en Matamoros.
Lo que deja Payno sobre el noreste mexicano es de gran importancia, no solo por ser su primer aporte a las letras nacionales, sino por rescatar algo de nuestra historia y las costumbres norteñas, con ese extraordinario estilo que lo identificó.
Escribió 13 artículos sobre sus crónicas de viaje por la región del río Bravo, los cuales fueron publicados en el periódico “El Siglo XIX” entre 1842 y 1843. Los fragmentos de éstos nos presentan una historia visual, un guion cinematográfico, como nos plantea el historiador Álvaro Matute, “emplea todos los posibles, desde el full shot hasta el close-up, pasando por cada uno de los intermedios.”
ESCRITO SOBRE REYNOSA.
En su reportaje sobre Reynosa, publicado el 29 de septiembre de 1842, Payno menciona que venía de la Mesa, el San Lorenzo de la Mesa que existió al sur del actual Nuevo Progreso, y apunta que el “camino es tan boscoso y monótono… Hay en el tránsito dos esteros de agua clara y en todos los ranchos, se encuentran (cuando los hay) maíz, café y carne”.
Payno está en Reynosa el 24 de marzo de 1839, y menciona que “amaneció el domingo de Ramos, nublado y soplando un viento del norte. Me fui a la iglesia, que es una galera de 40 varas de largo con las paredes sucias y sin altares.
En el fondo está el único, “que representaba la austeridad del pueblo “. El cura, leyó el Año Cristiano en lugar de predicar. Cuando salió la gente de la iglesia, observé algunas muchachas hermosas… la villa quedó más o menos desierta y yo cruzado de brazos, sin saber qué hacer”.
“Decididamente estos son unos países (pensé yo) sin recuerdos y sin porvenir,” continuaba su artículo. Reynosa pasaba por los años de los estragos de la guerra con la República de Texas, las continuas depredaciones de las bandas de lipán apaches, comanches y tejanos. Estaban en vísperas del movimiento federalista separatista de la República del Río Grande de 1840 y la intervención norteamericana en México de 1846 a 1848.
“Sin embargo mi cartera no quedó en blanco,” continuaba Payno. “He aquí lo que apunté el domingo de Ramos: Reynosa es la primera de las cinco villas fronterizas situada en las orillas del río Bravo. Está en una loma caliza y árida, pero la vista no es tan monótona, pues se descubren desde cualquier punto de ella los ranchos y las labores inmediatas. Su población llegará a cinco mil habitantes en toda la jurisdicción: sus casas son unas de piedra y otras de tepetate; y aunque sin adornos exteriores ni interiores, no es tan mala su construcción.”
Después de continuar explicando la fundación de la villa, la población nativa, la distancia de 25 leguas con Matamoros, Payno describe su partida. “La tarde siguiente dejé con cierta alegría la placita pedregosa y triste de Reynosa.
Al bajar la loma se divisa el camino, que es un callejón practicado en el bosque; pero como está tirado a cordel por más de cinco leguas presenta una vista óptica agradable.” Esa misma noche pernoctaría en Reynosa Vieja (Reynosa Díaz), de ahí continuó su viaje por Camargo, Mier y Revilla (Antiguo Guerrero).
De anotaciones en su cartera, se visualiza la vida del soldado mexicano que cuidaba la frontera, al mismo tiempo que nos hace sentir la vida y costumbres de nuestros antepasados, que ocupaban las riberas del Bravo en un jacalón, en la villa de Mier.
ARTÍCULOS EN INGLATERRA.
Estos artículos conocidos bajo el título “El Río Bravo del Norte” permanecieron en la Biblioteca del Museo Británico de Londres hasta que fueron llevados en micropelícula a la colección latinoamericana de la biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, durante la primera mitad del siglo pasado.
La historiadora texana Dolores Kins, tras una revisión exhaustiva de estos artículos, los lleva a luz por segunda vez en la revista quincenal conocida como Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, entre enero y junio de 1970.
En 1996, Conaculta inició las publicaciones de las obras completas de Manuel Payno. Los trece artículos del río Bravo que nos conciernen, fueron compilados por Boris Rosen Jélomer en el tomo V con el título Panorama de México, cuyo prólogo fue desarrollado por el reconocido amigo de la Sociedad de Historia de Reynosa, Álvaro Matute. Actualmente la vida y obra literaria de Manuel Payno se estudia para entender el turbulento siglo XIX.