Eran ya las 9:00 en Reynosa del día 22 de junio de 1922, cuando Félix López se presentó en el despacho del juzgado primero de paz, en el ramo penal, presidido por Juan Sámano. Félix era un hombre soltero de 23 años de edad, originario del entonces todavía “villa” de Reynosa, a donde había regresado hacia dos noches desde Monterrey donde bucaba trabajo. Pues decía que por acá había escaseado bastante. Venía a declarar lo que creia era un delito perpetrado en contra de su hermano desaparecido, Alberto Lopez, y creia era complice la autoridad municipal.
Felix Lopez explicó que cuando llegó a la villa se dirigió a la casa de su padrastro Maximino Villegas, donde asistia su hemano; el cual estaba desvanecido del pueblo desde la noche del día 11 de junio. Al interrogar por los pormenores y las circunstancias, Villegas le dijo a Felix de que una persona le había contado al siguiente día de la desapareción que, el gendarme municipal Juan Moya había herido a su hermano, al golpearlo con una pistola.
El mismo gendarme había conducido a Alberto a la comandancia municipal. Los hechos habían ocurrido en una de las casas de meretrices en la zona de toleracia, que se encontraba en esos tiempos por la calle Colón, al sur oriente de la intersección que hace hoy con la calle Mina. En la mañana después de la noche del suceso, el gendarme Román Cantú llegó preguntando por Alberto en la casa del padrastro, donde le dieron la razón de que no se encontraba allí, pues no había vuelto desde la noche anterior.
Félix insistía en el juzgado que habían pasado los días y su hermano Alberto no habia vuelto a la casa de su padrastro, Maximino Villegas. Corría el rumor en el pueblo que había muerto al otro lado del río Bravo, a consecuencia de las heridas causadas por por el gendarme. El padrastro no había hecho pesquisas del lado americano debido a que el río estaba en un estado imposible de cruzar y esperaba que bajara para enviar a buscarlo en Hidalgo y McAllen, Texas.
Las pesquisas de Felix.
Un día antes de poner su declaración en el juzgado, Félix salió muy temprano a la calle en busca de noticias; visitando la casa de José Gutiérrez, el compadre de su hermano Alberto. Era una casa que frecuentaban ambos hermanos por que se veían como de la misma familia. Gutiérrez le platicó a Félix López sobre lo que sabía: pues se habían llevado a Alberto a la comandancia a media noche y lo que mucho se decía en el pueblo de la muerte de su compadre. Gutiérrez opinaba que nadie daba cuenta como pudo pasar el río, herido como estaba, sin que le proporcionarán ayuda. El compadre de Alberto le decía al hermano que todo era un misterio y que mejor se acercara con las autoridades para que le dieran mejor detalle.
Félix López optó por continuar su propia investigación ese día, por lo que se dirigió al barrio de las meretrices donde se encontró a Refugio Caballero, quien vivía en las inmediaciones del lugar. Caballero fue un testigo presencial de los golpes que había recibido Alberto del gendarme Moya, pero no sabía si se lo habían llevado a la comandancia o si lo habían liberado en la calle. Félix siguió preguntando a las personas por su hermano, pero le informaban que no sabían de él, solo que se había desaparecido después de recibir los golpes esa noche.
Félix López se enteró que hacía no más de tres días que, Moya había pedido su renuncia como gendarme, la cual había sido acepatada por el presidente municipal. Supo que Moya se había retirado rápidamente de la villa. Esta fue la razón por lo que Félix se decidió a poner sus sospechas ante el despacho del juzgado, denunciando un posible crimen.
Las diligencias del juez Sámano.
Ese mismo día 22 de junio de 1922, el juez ratificó la deiligencias de lo dicho anteriormente por Félix López. Después de corroborar su exposición, Félix agregó que había olvidado manifestar al juzgado que antes de verse ese día con Refugio Caballero, había estado en la comandancia con la intención de escuchar las versiones de los hechos que tenían los gendarmes municipales.
Habiéndole preguntado a los policías Román Cantú y Ramón Rodríguez por su hermano, el primero le dijo que Alberto estaba en McAllen y que lo sabía por un amigo suyo que lo había visto por allá. Pero cuando le preguntó por el nombre del amigo, le dijo Román que no lo recordaba. El otro policía, Ramón Rodríguez, le dijo que su hermano se había salido por el corralón de la presidencia y que había puesto un palo atravesado para brincar la tapia, señalándole el sitio por donde habia saltado.
La insistencia del policia Román de que su hermano estaba en McAllen, le provocaba muchas sospechas de la policía a Félix. Este revisó el lugar y no vio roce alguno en la pared, ni palo cerca de la tapia. Disimuladamente, Félix se salió del lugar y volteó por el solar contiguo al corralón, examinando frente a donde le decían había brincado su hermano y vio que no existían vestigios ni señales de que alguien hubiera brincado hacia fuera. Esto le grabó más la sospecha del delito.
En el juzgado se le pregunto a Félix sobre si había interrogado a los policías de cómo había llegado su hermano a la comandancia. Este contestó que el policía Ramón le manifestó que estaba de guardia ese día 11 de junio cuando Juan Moya le trajo preso a Alberto López; cuando le dijo “ahí está ese reo” lo vio con una herida en la frente, todo bañado en sangre, por lo que no lo encerró, dejando en el patio desde donde después se fugo. Esto era lo que Félix interpretaba del poco tiempo que estuvo en la comandancia municipal.
Era tantas cosas que le pasaban por la mente a Félix que le dijo al policía Ramón que era imposible brincar tapias tan altas estando su hermano herido. Ramón le contó a Félix que había sido un descuido de su parte por haberse quedado dormido por un instante, permitiendo la fuga de su hermano. El policía le dijo a Félix que se quitara de sospechas porque su hermano ya se encontraba en Texas.
Para disipar las sospechas de Félix, el juez de juzgado 1º de paz llamaría a declarar a una serie de testigos de la villa de Reynosa, incluyendo a los dos policías y a su comandante. El juez Sámano pide al presidente municipal un informe basado en los reportes del comandante de policía. La historia de la suerte de Alberto López será contada en una próxima nota.