Los jefes comanches solían visitar Laredo desde los primeros años del siglo XIX y con frecuencia quebrantaban sus ofrecimientos de paz. En 1836 empezaron los saqueos en la costa de Matamoros
Reynosa, Tamaulipas.- En las Grandes Llanuras del Continente de América del Norte, desde el norte de México hasta las provincias de Canadá, fue importante la evolución de los mamíferos del género equus, pues los ancestros de los subgéneros que sobreviven hoy en día de caballos, asnos y cebras provienen de estas latitudes. Fue durante el Pleistoceno (desde los 2,6 millones de años, hasta los 11.700 años aproximadamente), cuando el género equus se propagó hacia Eurasia y África, por Beringia.
Mientras que los primeros pobladores llegaban por este mismo lugar a finales del Pleistoceno y principios del Holoceno, los caballos (equus ferus) desaparecían de América del Norte. En los milenios posteriores, el caballo moderno y el asno serían domesticados en el Viejo Mundo. Según la arqueología moderna, muestran que ya existía la domesticación del caballo en Kazajistán desde 3,600-3,100 a.C., en la parte central de Asia.
En su segundo viaje (1493), Cristóbal Colón en sus barcos trajo a La Española los primeros padrillos y yeguas, formando la primera cuadra de caballos en el Nuevo Mundo. El caballo que regresó al continente venía de la marisma en las inmediaciones de Sevilla. Este era un animal rústico, robusto, poco agraciado, bajito, pero de mucho aguante a las carencias de comida y agua en el viaje intercontinental en barco.
La reintroducción del caballo a su primitivo hábitat en las Grandes Llanuras ocurrió a finales del siglo XVI, durante las exploraciones de Juan de Oñate en el Nuevo México. Su rápida reproducción cambió dramáticamente a las culturas en estas grandes extensiones de pastizales. Los grupos nativos de estas regiones y de lugares adyacentes pronto dejaron su forma de subsistencia, convirtiéndose en sociedades nómadas ecuestres que vivieron de la caza y de la depredación. Algo similar se había visto con los grupos “escitas” en la parte central de Asia, cuando se empezó a domesticar el caballo varios milenios atrás.
Los comanches
A finales del siglo XVII, uno de los 32 grupos indígenas que adoptaron la cultura ecuestre en las Grandes Llanuras de los Estados Unidos fueron los comanches. Éstos se desprenden de los shoshones orientales que habitaban al pie de las Montañas Rocallosas en la parte del río Wind, una afluente del río Plate en el Estado de Wyoming. Su lengua formó parte del grupo númico, originario de la Gran Cuenca en el actual Estado de Nevada.
Este grupo fue parte de las ocho ramas de la familia lingüística Uto-Azteca o Yuto-Náhuatl. De la cultura de esta familia lingüística, los comanches, fue la única en adoptar la forma de vida ecuestre en las Grandes Llanuras. En México, el tepehuano, tarahumara, cora, huichol, yaqui y náhuatl, son también algunas de las lenguas de esta familia.
Los comanches obtuvieron la adaptación ecuestre en unas cuantas décadas, dominando un amplio territorio entre las faldas de la Rocallosa en Wyoming hasta el Llano Estacado al norte de Texas y Nuevo México, donde son documentados por primera vez en 1706. Para 1743, se encontraban peleando con sus enemigos, los lipanes en el centro de Texas.
En el siglo XVIII, se conocen tres divisiones comanches: yamparika, kotsotika y comanches orientales; siendo éstos últimos los que llegaron a incursionar hacia las partes del Nuevo Santander y del Nuevo Reino de León. Para el siglo XIX, se registran alrededor de una docena de divisiones comanches, de los cuales, los panateka (comedores de miel), son los que llevan la depredación en el bajo río Bravo, aunque otros como los yamparikas, estuvieron presentes en Laredo.
Depredaciones y los ciclos de caza
La parte entre Laredo y Revilla fue la región más afectada, sobre todo en el Carrizal, ya que era el principal cruce del río para las invasiones en Nuevo León por los comanches, que comenzaron sus incursiones hacia esta región un poco después de los lipán apache, durante las últimas décadas del siglo XVIII.
Mientras que las irrupciones a los asentamientos en el río Bravo, dentro del ciclo de subsistencia lipán apache, se llevaban a cabo durante primavera y verano; el ciclo de depredación comanche ocurría durante el invierno. Los ciclos opuestos entre estas dos culturas correspondían a que la cacería y aprovechamiento del bisonte era en diferentes estaciones y en diferentes partes de las Grandes Llanuras. Los comanches aprovechaban el bisonte cuando formaban las grandes manadas en primavera y verano dentro de la llanura, durante el ciclo de crianza y apareamiento, mientras que el lipán apache aprovechaba la migración del bisonte hacia el sur en el invierno, buscando el clima templado en las márgenes de la llanura sureña de Texas.
Los jefes comanches solían visitar Laredo desde los primeros años del siglo XIX y con frecuencia quebrantaban sus ofrecimientos de paz. En 1836 empezaron los saqueos en la costa de Matamoros. Los eventos históricos de los comanches están cercanamente ligados al poblamiento anglosajón en el oeste de América del Norte, en donde hubo una reacción en cadena durante el desplazamiento de las diferentes tribus de las Grandes Llanuras.
Durante el tiempo que duró la República de Texas, los comanches hicieron una intensa sublevación en contra de los colonos anglosajones y en contra de los poblados en los Estados colindantes de México, debido a una masacre de jefes tribales en San Antonio, Texas, en 1840, mientras que los grupos lipanes apoyaban la causa tejana. Entre 1840 y 1841, Nuevo León fue severamente castigado por las incursiones comanches.
Severa depredación
Consta en documentos existentes en los Archivos de Reynosa y Matamoros, que el saqueo más extenso fue en 1843, en la parte baja del río Bravo, cuando el vecindario entre el río Nueces y el Bravo fue visitado por la banda del jefe comanche Santa Anna. Esta entró con el pretexto de adquirir caballada mesteña. Según diferentes documentos del Archivo de Laredo, este jefe y alrededor de 500 guerreros, habían celebrado ahí un tratado de paz al principio de ese año.
En 1844, los atracos llegaron a su máximo cuando las partidas de comanches cruzaban por todos los cruces del río. En ese año se llevaron casi toda la caballada de los ranchos del vecindario de Matamoros, además de vacas, cabras y un número considerable de mujeres y niños, dejando una estela de hombres muertos y sin bestias para perseguirlos.
Las distancias que recorrían eran tan extensas que era casi imposible su persecución. Una de éstas, a finales de 1832 y principios de 1833, fue narrada por Manuel de la Fuente, de la compañía de Laredo. Ésta, con las compañías de Aguaverde, Bavia y Río Grande, recorrieron el extenso territorio hasta las márgenes del río San Saba en Texas, en un viaje de 72 días, perdiendo más de la mitad de los 110 caballos que se les habían entregado prestados para la campaña. Algunas de estas bestias venían de las villas de Camargo y Reynosa.
Las irrupciones comanches empezaron a disminuir en Tamaulipas después del tratado de Guadalupe en 1848, aunque éstas continuaron en el noroeste de México durante la última parte del siglo XIX. A diferencia de los lipanes, que habían logrado asimilarse a la cultura hispana del noreste de México y sur de Texas, los comanches no tuvieron el acercamiento a la cultura colonial hispana, ni a al conocimiento de la lengua española.
Finalmente, los comanches se retiraron hacia el Llano Estacado en el norte de Texas, donde sufrieron casi su exterminio debido a epidemias, ataques de los “rangers” de Texas y del ejército americano.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, su población fue reducida a menos de 1,600 personas. El fin de la adaptación ecuestre indígena en las Grandes Llanuras se le adjudica a la introducción del fusil de repetición entre 1865 y 1875, cuando la población del bisonte fue disminuida por los cazadores de pieles, de 15 millones a menos de un millón de animales. Actualmente, viven casi 10,000 comanches en Lawton, Oklahoma.