Los barcos quedaron a la deriva en la corriente oceánica, tanto así que una de las embarcaciones, San Salvador, dio fondo en la isla de Arenas enfrente de Campeche; a pesar de esto, Luján movilizo rápidamente a su gente rescatando a todos los pasajeros junto con el cargamento del rey, principalmente el de mercurio para las minas.
(parte 8)
Francisco de Luján, en su reporte al rey como comandante general de la flota española, explica que llegaron desde España a La Gomera en las Canarias a recoger leña y agua, antes de partir para el Nuevo Mundo. Tardaron un mes para cruzar el Atlántico, arribando el 20 de julio de 1580; al mismo tiempo, la Capitana de Luján con otras de las embarcaciones arribaron al puerto de Ocoa, en la isla de La Española. Durante los siguientes dos días aparecieron rezagadas diez embarcaciones de la flota española.
Ahí se quedaron las dos naos destinadas a Santo Domingo y tal vez partieron las 2 que iban para Honduras. Después de 5 a 6 días, la flota continuó con el resto de las embarcaciones destinadas para la Habana (5), Campeche (1) y la Nueva España (13), con rumbo hacia Cabo San Antonio en la punta occidental de Cuba, casi enfrente de la península de Yucatán (llegando el 11 de agosto). De allí, la flota de la Nueva España y el barco de Campeche batallaron para hacer puerto, ya que los vientos pararon casi por completo.
Los barcos quedaron a la deriva en la corriente oceánica, tanto así que una de las embarcaciones, San Salvador, dio fondo en la isla de Arenas enfrente de Campeche; a pesar de esto, Luján movilizo rápidamente a su gente rescatando a todos los pasajeros junto con el cargamento del rey, principalmente el de mercurio para las minas.
A la flota de la Nueva España, le tomó dos meses y medio para llegar al puerto San Juan de Ulúa, el 25 de agosto de 1580. El general de la flota, Francisco Luján, en su reporte explica que, en la nao Santa María de Begonia “La Capitana”, los acompañaba el nuevo virrey de la Nueva España, Lorenzo Suárez de Mendoza, Conde de la Coruña, quien llegó con buena salud.
Luis de Carvajal desconocía por completo que un nuevo virrey había sido nombrado para la Nueva España y menos sabía que venía acompañándolo en la misma flota. Las naos que llegaron a Veracruz no cargaban ningún documento oficial de la Corona, por lo que la copia de la capitulación de Carvajal no se la podían presentar a la Audiencia de México.
La “urca” de Carvajal
De Acuerdo con las investigaciones del biógrafo de Carvajal, Samuel Temkin, el general Francisco Luján no mencionó la embarcación de Carvajal cuando salió la flota de la bahía de Cádiz, porque se encontraba en el puerto de Bonanza cargando a los colonos y se les unió a los otros barcos cuando venían de regreso hacia el océano Atlántico. En una carta (fechada el 3 de mayo de 1580) del rey Felipe II al arzobispo Moya de Contreras, unos días después de que saliera la flota, le informa que Carvajal con su gente, iba en dicha flota en ese viaje.
En una cédula de la misma fecha, el rey permitía que el capitán Carvajal llevara a su gente a la Nueva España en una “urca” nueva y ligera de 130 toneladas, la cual había comprado para ese propósito. El misterio del nombre de la embarcación proviene de una carta enviada por Luján al rey en noviembre de 1580, donde se explica que, habiendo arribado el 20 de julio al puerto de Ocoa en la Isla Española en el caribe, al día siguiente llegaron al puerto cuatro embarcaciones; la primera es mencionada por su nombre como la “Urca de Pánuco”. Del resto de las embarcaciones, da tan solo el nombre de los maestres y lo mismo hace para los que llegaron el día 22 de julio, donde da solo el nombre de cinco maestres y escribe el nombre de la Almiranta sin mencionar a su maestre.
Carvajal le había dado el nombre a su “urca”, debido al lugar donde ya había vivido por 23 años y desde donde comenzaba su Nuevo Reino de León. En una carta que le escribió al rey en noviembre de ese año, Carvajal explica que después de haber zarpado de San Lucar, en compañía de la flota española, se había separado de ella desde el puerto de Ocoa en La Española, siguiendo la ruta hacia Tampico y el río Pánuco, donde desembarcó a los 100 colonos que venían con él; bueno, eso era lo que decía la capitulación.
Carvajal llegó a Tampico el 24 de agosto de 1580, un día antes que llegara la flota de la Nueva España al puerto de San Juan de Ulúa. Poco había cambiado el panorama en la región del Pánuco, donde seguía la guerra contra los chichimecas.
La oposición
El virrey saliente, Enríquez, le explicaba al nuevo virrey que Carvajal, quien venía en la misma flota como gobernador del Nuevo Reino de León, en su opinión era la persona indicada para resolver el conflicto con los chichimecas. Él conocía sus costumbres y a sus líderes, además que ellos lo conocían. Enríquez decía qué Carvajal, había manejado el problema por un largo período de tiempo; se inclinaba a resolver el conflicto, trayéndolos a la paz sin derramar sangre.
El virrey Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de Coruña, tenía un pobre conocimiento de La Nueva España, por lo que dependía en lo que le dijeran sus ministros. Lorenzo Suárez se instaló como virrey de la Nueva España el 8 de octubre de 1580. Entre las primeras cosas que revisó, fue la capitulación y las cédulas del rey. En tres días le respondió que obedecería una de las cédulas, donde se le daba posesión de algunos pueblos indígenas que ya él había pacificado.
La capitulación afectaba los intereses de los ministros, por lo que le pusieron diferentes obstáculos a Carvajal. Alegaban que las tierras al norte del río las Palmas (el actual Soto la Marina) eran parte de las tierras dadas en una cédula al adelantado Pedro Menéndez. En el pasado, La Audiencia de México se había opuesto a que se entregaran las tierras entre Tampico y la del adelantado Pedro Menéndez. Alegaban que, los pueblos de Tampasquín, Tamotela, San Miguel, hasta Jalpa y Sechu pertenecían a la Nueva España. Uno de los argumentos de la Real Audiencia era que no habían recibido la capitulación de Carvajal y que sólo les enseñaba una copia del documento, pues no habían llegado oficialmente con la flota de la Nueva España.
En la ciudad de México, Carvajal le dio poder a Hernando de Medina para que lo representara en cualquier asunto financiero o legal que pudiera ocurrir. Le dejó el encargo de pagar la fianza de los $ 8,000 ducados que había acordado en la Capitulación.
Para entonces, alguien en la Audiencia empezaba a meter cizaña o a levantar rumores de que, entre los nuevos colonos venían nuevos cristianos y que no traían las pruebas de limpieza de sangre. Para noviembre de ese año, el capitán regresó a Tampico; ahí pensaba construir un fuerte en la desembocadura del río Pánuco; pero el virrey nunca lo apoyó, como lo decía que debía, una de las cédulas reales. Otro de las tareas fue fundar una villa al norte del río Pánuco, que la nombró como Santiago del Puerto.
Uno de los programas más serios era, pacificar a la población indígena que se centró en el pueblo llamado Tampeche o Tamapatz, entre los pueblos Jalpa y Valles. Con mucha insistencia subió a la sierra donde se encontraban las etnias y con la ayuda del padre Patiño, insistió llevarlos a Huehuetlán; las negociaciones duraron un buen tiempo en los primeros meses de 1581. El cumplimiento de la pacificación de los chichimecas era parte de las promesas que le había dado al rey.
Carvajal encontró una inmediata oposición al marcar los límites del Nuevo Reino de León, al norte del río Pánuco, especialmente con los alcaldes de Pánuco y de Tampico. Pues estos eran apoyados por los ministros en la ciudad de México. Al nombrar a Pedro de la Vega como su representante legal ante la Audiencia de México, Carvajal se encaminaría hacia el noreste de su nueva provincia para hacer sus primeras poblaciones. Esto será narrado en una próxima nota.