La adaptación moderna del clásico argentino de ciencia ficción acierta en lo visual, pero se pierde en divagaciones narrativas.
Ciudad de México.- Netflix estrenó esta semana su versión de El eternauta, basada en la influyente novela gráfica de Héctor Germán Oesterheld. La serie mantiene la esencia de un grupo de personas comunes enfrentadas a una catástrofe sobrenatural, mientras adapta la historia al presente con cambios en la línea temporal y un mejor desarrollo de personajes femeninos.
Sin embargo, la serie falla en capturar la intensidad y el ritmo trepidante de la obra original. Eliminar la figura del narrador, el enigmático “eternauta”, debilita el impacto emocional del relato, y el exceso de escenas de relleno y subtramas irrelevantes diluye la fuerza del conflicto principal.
Héctor Germán Oesterheld, desaparecido por la dictadura argentina, escribió El Eternauta en 1957. Un cómic donde una invasión invisible arrasa Buenos Aires. Pero no era ciencia ficción. Era una advertencia. Una denuncia camuflada. Un llamado a la resistencia colectiva. El poder lo entendió antes que nadie.
La adaptación de Netflix destaca por la actuación de Ricardo Darín y la calidad de la producción, con efectos especiales bien logrados y una ambientación fielmente argentina. Aunque no alcanza la profundidad ni el ingenio del cómic, la serie puede resultar atractiva para quienes no conocen la historia original.