En un mundo donde lo humano es desplazado por misiles, represión y moral al gusto de quien la viola, me parece necesario que desfilen unas letras que creen en la ilusión de la libertad y rechazan el fascismo.
Me veo así obligado a desmentir que los políticos sean seres extraterrestres, para lo que recurro a mis recuerdos, es decir, a los hechos que sobrevivieron al tiempo y dejaron el pasado para transformarse en continuo presente.
Esas evocaciones pretenden ser oportunas, no oportunistas, aclaración necesaria debido a su relación con la figura recientemente celebrada del padre, tan colaboradora con los mercados y tan propicia para que los hijos reconozcamos a destiempo errores.
Escucho y veo dentro de mí el momento en el cual un próspero empresario dominicano heredero del prestigio de su papá, emprendedor este último en los negocios y política, manifestaba con dejo de frustración la molestia atribuida a la dificultad de que su voluntad se tradujera en acciones emprendidas por otros.
—Mi padre decía algo y era una orden… pero ahora tengo que convencer a la gente —se quejaba quien parecía comunicar las ansias que tenía para competir con su fallecido progenitor.
—Sólo recuerda que él traía la pistola 45 en la cintura y eran los tiempos del dictador —acotó uno de sus amigos, calmando temporalmente la incomodidad del soñador de poder.
Otro recuerdo aparentemente muy distinto, pero coincidente en su fondo, penetró mi memoria en un municipio norteño, hogar hasta la fecha de un reconocido político que ha ocupado, entre otros cargos, los de alcalde, diputado y secretario del ayuntamiento de la capital de su estado. Muchas personas hoy lo consideran candidato a la gubernatura.
Pero en el 2024 tomó una decisión incongruente con su imagen de político serio y aspiraciones a puestos mayores, pero no con el amor de padre. Hizo a su hijo candidato para sucederlo en la alcaldía, joven que a la postre ganó las elecciones. Ni la preparación ni el talento del muchacho fueron discutidos, como sí lo fue el nepotismo.
Ambas evocaciones tienen algo en común que va más allá de la figura del padre. Las dos confirman que los políticos no provienen de otro planeta y que compartimos con ellos las debilidades propias de una misma naturaleza.
Quizá entonces valga la pena trabajar todos para evitar el desplazamiento de lo humano hecho por la sinrazón, amenaza de muerte para nuestra especie.