Tamaulipas, México.- Los carpinteros Manuel Guerra y Fidel Pérez como peritos revisaron los daños y declararon que los tableros inferiores de la persiana, que abría hacia el norte de la ventana, habían sido quitados y zafados de su lugar con las manos, sin utilizar ningún instrumento
Primera Estación de Reynosa.
Casi al oscurecer, como a las seis de la tarde del día 25 de enero de 1891, el celador Feliciano Caballero se hallaba en la Garita de la Sección Aduanal, en las inmediaciones de la Estación del Ferrocarril Nacional Mexicano en Reynosa.
Feliciano, de 34 años de edad, sustituía a su compañero Pánfilo Morales en el lugar que era conocido como la Garita Matamoros. Desde su puesto, a distancia, notó que “la celosía” (Sic. persianas) de la ventana al oriente de la construcción de la Estación estaba abierta.
El descubrimiento.
Esto le llamó la atención, pues sabía que el empleado encargado de ese lugar no se encontraba ahí; por lo que concluyó que la gente que estuviera adentro de la Estación a esa hora, eran “personas de mala fe.” Decidido, Feliciano se dirigió para ver qué pasaba en la construcción inmediata a la Garita, pero cuando llegó a la ventana ya estaba cerrada.
Se colocó en un punto estratégico esperando quien estuviera adentro, tenía que salir por la ventana; al mismo tiempo observaba su puesto en la Garita.
En el tiempo que estuvo al acecho pasó un joven con un carretón, a quién le pidió de favor pasara a dar aviso a la casa de don Desiderio Rodríguez y le dijera a su hijo Federico que viniera inmediatamente a la Estación con la llave y la policía.
Enseguida llegó al lugar el Teniente Gilberto Santa Cruz, quien pertenecía al 5º Cuerpo de Caballería de Auxiliares. En ese momento también regresaba a su puesto el celador Pánfilo Morales, quien entró por la puerta oriente y salió por la del poniente de la Garita, viendo a Feliciano postrado inmediato frente a la ventana de la Estación.
Feliciano le gritó para que se acercara; ahí le dijo a su compañero y al Teniente “que dentro de la Estación se sentía gente.”
Reciamente, Pánfilo regresó a la Garita por su carabina, haciendo guardia frente a la ventana de la Estación. Después de revisar por debajo del piso, los otros dos fueron a dar la vuelta a la construcción donde encontraron abierta la puerta que daba a la parte sur, por donde sospecharon habían salido las personas que entraron por la ventana del lado oriente. Una de las hojas de las celosías se encontraba rota.
Los celadores y el teniente permanecieron por la parte exterior de la Estación hasta que llegaron Federico y su padre Desiderio Rodríguez con el policía Nazario Munguía y otros vecinos.
Federico entró por la puerta abierta a reconocer la oficina, encontrando algunos papeles revoloteados y que la caja de los boletos había sido removida de su lugar. No se habían llevado nada, tal vez por la pronta intervención del celador Feliciano Caballero.
La Averiguación.
Al día siguiente Federico Rodríguez, quien era un joven de 23 años de edad, telegrafista y agente del Ferrocarril Nacional Mexicano, puso la denuncia del conato de robo ante el Alcalde 3º de Reynosa, Albino Garcés. Este instauró al personal del Juzgado en unión de dos peritos en el lugar de los hechos, abriendo la averiguación de este caso.
Los carpinteros Manuel Guerra y Fidel Pérez como peritos revisaron los daños en la Estación y declararon que los tableros inferiores de la persiana, que abría hacia el norte de la ventana, habían sido quitados y zafados de su lugar con las manos, sin utilizar ningún instrumento.
El agente del Ferrocarril declaró que desde ahí habían metido la mano para jalar el cordón que amarraba el picaporte de la persiana. Al abrir las vidrieras hacia arriba había quedado bastante espacio para entrar a la Estación.
En el interior el Agente encontró que habían roto a mano el alambre que servía de pararrayos y su aislador. La cajita de los boletos se encontraba movida y los papeles donde se asentaba el trabajo semanal de la estación se habían movido a una mesa.
El policía Nazario Munguía llegó con el Sr. Rodríguez desde la Plaza Zaragoza (actual Mercado Zaragoza), quien de oídas le habían dicho que tenían atrapado a alguien que trataba de robar en el interior de la Estación. El gendarme se encontró con la novedad que el supuesto encerrado se había salido por la puerta que daba al sur del inmueble.
El policía empezó a indagar sobre personas sospechosas que hubiesen entrado hacia el poblado. Un laborero de la parcela de Teodoro Gómez le dijo que había pasado un individuo corriendo que iba en pechos de camisa y sin sombrero, rumbo al jacal del mencionado patrón.
Ferrocarril siglo XIX.
Fueron cinco compañías de origen estadounidense las que en diferentes momentos estuvieron a cargo de la administración de las vías y la Estación de Reynosa durante la época del porfiriato, a finales del siglo XIX y los primeros años del XX.
Desde 1883, el Ayuntamiento de Reynosa cedió a la antigua compañía americana conocida como “Compañía Constructora Nacional Mexicana”, una extensión de 580 metros de largo por 183 metros de ancho, dentro del terreno del ejido perteneciente a la villa.
Esa Compañía le vendió posteriormente a la “Compañía del Ferrocarril Nacional Mexicano” entre los años de 1884 y 1885.
Desde el traslado de la villa de Reynosa en el verano de 1802, los terrenos del ejido Colonial se midieron con base a las leyes de las Recopilaciones de Indias, esto se hizo desde el centro de la plaza, extendiéndose por una legua (4.19 km) hacia cada punto cardinal.
El ejido de la villa cubría un cuadrado de 8.38 km por lado, donde actualmente se encuentra parte de la moderna traza urbana de la ciudad; hacia el norte incluía parte de lo que es actualmente el Condado de Hidalgo, Texas.
Posteriormente los terrenos del ejido fueron cedidos por los ayuntamientos de la villa a los pobladores durante el siglo XIX y principios del siglo XX, para sus viviendas, corraleras y labores de cultivo. Hacia el sur, el ejido comunal se extendía hasta lo que es ahora la Laguna Escondida.
Fue de este Ejido Colonial que se dotó el terreno a estas compañías con la finalidad de construir la estación y patios del primer sistema ferroviario para el trayecto de vía angosta entre San Miguel de las Cuevas (de Camargo) y Matamoros.
Este primer proyecto estuvo limitado al movimiento de pasajeros y de cargas regionales, como fue el acopio de pieles en Matamoros.
En tiempos del conato en 1891, la Estación de Reynosa era administrada por la “Compañía del Camino de Fierro Nacional Mexicano,” aunque se seguía utilizando el nombre de la compañía anterior. Los trenes corrían una o dos veces a la semana en ese tiempo.
No sería hasta el 5 mayo de 1905 que se inauguró el trayecto de vía ancha del ferrocarril Monterrey-Matamoros. Esto permitió el enlace con el resto del país a través de un moderno sistema de comunicación de red ferroviaria, administrado para entonces por la “Compañía del Ferrocarril Nacional de México”.
En 1907 en un intento de controlar las empresas ferroviarias extranjeras en México, Porfirio Díaz creó la paraestatal “Ferrocarriles Nacionales de México,” la cual sería nacionalizada en tiempos de Lázaro Cárdenas del Río en 1936.
La desincorporación de la empresa paraestatal empezó en 1995 en tiempos del Presidente Ernesto Zedillo cuando se modifica la Constitución Mexicana para su privatización. Esta concesión por 50 años en el Noreste de México sería comprada por la Transportación Ferroviaria Mexicana (TFM), conocida actualmente como Kansas City Southern de México (KCSM).
La construcción.
La primera Estación de Reynosa donde trabajaba el joven Federico Rodríguez, relacionada con la historia de 1891 contada al principio de esta nota, era una construcción de madera cuyo piso se encontraba elevado con pilotes del mismo material; su techumbre era de lámina.
La construcción de esta estación estuvo localizada al sur de la vía ferroviaria y su estructura fue incendiada durante la toma de la villa de Reynosa el 10 de mayo de 1913 por el Ejército Constitucionalista, encabezado por Lucio Blanco. Otro edificio de madera fue construido por la parte norte de la vía a finales de la revolución mexicana, pero no sería hasta los años de 1928 y 1929 que la estación fuera levantada con ladrillo y piedra laja, de la cual tan solo perdura en pie parte de su almacén.
El joven agente y telegrafista, Federico, era hermano de Mamiliano Guillermo Rodríguez Cavazos, quien estuvo casado con Dolores Reséndez Garza. Mamiliano era cuñado de José María y Mariano Reséndez Garza; la historia de este último fue contada anteriormente en otro artículo. Al inicio de la revolución mexicana, don Mamiliano era considerado, por mucho, como la persona con la mayor fortuna en la villa de Reynosa, según los manifiestos que resguarda la Sección de Tesorería del Archivo Municipal de Reynosa (AMR).
La estación del tren no sería la última vez que fue irrumpida en Reynosa, pues existen otros expedientes de intentos de robos en la Sección de Causas Criminales del AMR.