Para enojarse mucho en ocasiones basta con acordarse poco.
Así lo comprobé cuando repasé dos titulares del periódico de una cadena de la cual fui parte, que usando el término “apapachan” —al que dio un sentido peyorativo— se refería al aumento salarial para el magisterio anunciado por la presidenta de la república, a propósito del Día del Maestro.
Esa lectura bastó para molestarme por la manera tan primitiva de denostar al ente con el que se está en desacuerdo y luego me transportó al aula que ocupaba en quinto año de primaria, donde la maestra Helena me consideraba “un soñador” y, al mismo tiempo, lograba que alcanzara mi mejor resultado en educación básica.
Las mismas cabezas, de redacción producto de la libertad del grupo editorial aludido y cuestionadas por mi ser de ciudadano libre, me trasladaron a Houston, ciudad texana a la que viajé con un grupo de amigos deseosos de formar binomios caninos para la búsqueda de personas.
Increíblemente para quienes abordábamos ese proyecto bajo la idiosincrasia nacional, fuimos invitados por una maestra estadounidense que luego de sus clases entrenaba perros con el fin que deseábamos. Tuddy fue tan generosa que no sólo nos brindó sus conocimientos, sino hasta dio a humanos y caninos mexicanos hospedaje gratuito en su cómoda casa, desde la que nos transportó en su propia camioneta a los sitios de entrenamiento.
Regresamos de ese viaje con nuevos aprendizajes y amigos, pero, sobre todo, asombrados por las condiciones que permitían que una profesora de educación básica tuviera un solo trabajo que le permitía vivir con tal dignidad y desarrollar una tarea voluntaria tan demandante de tiempo.
En México, concluimos, hay también maestros generosos, pero varios de ellos tienen otro empleo que les resulta estrictamente necesario para sobrevivir o, de plano, deben incursionar en la economía informal para completar la quincena.
Información de DataMéxico, herramienta provista por la Secretaría de Economía que “permite la integración, visualización y análisis de datos públicos para fomentar la innovación, inclusión y diversificación de la economía mexicana”, indica que durante el tercer trimestre de 2024 la fuerza laboral de profesores de enseñanza primaria fue de 687 mil personas, cuyo salario promedió 7,890 pesos mexicanos trabajando 21.9 horas a la semana. Este salario cayó 1.47 por ciento respecto al segundo trimestre de 2024 cuando alcanzó 8,010 pesos.
La misma fuente señala que el salario promedio para los maestros, quienes integran el 30.6 por ciento de la fuerza laboral, fue de 8,940 pesos, en tanto que la media para las maestras, que forman el 69.4 por ciento de esa fuerza, se redujo a 7,430 pesos.
Los mejores salarios promedio que recibieron los profesores de enseñanza primaria fueron registrados en Campeche, $13,300, Baja California Sur, $12,900 y Chiapas, $11,500.
Tras conocer esta información me molesto aún más, ahora por la ceguera humana e ideológica de una “oposición” que pretende dar al aumento salarial del magisterio el carácter de prebenda de un gobierno, de por sí omiso a una transformación de fondo en el sistema educativo, para beneficio de trabajadores y educandos.
De niño escuché que la educación era instrumento fundamental del hombre para transformar sus circunstancias; de adulto trabajé muchas veces para crear estrategias cuyo discurso fue ese mismo, pero en esta etapa casi siempre con el fin último de usar el potencial electoral del magisterio en beneficio del grupo político en el poder.
Hoy, en el camino de retorno a la infancia, me queda claro que mi ser está en buena parte construido por las enseñanzas de mis maestros y que yo, apenas, les dirijo el apapacho de estas letras a propósito del día que les dedicó la sociedad de la que no puedo deslindarme, que si fuera agradecida estaría movilizándose junto a quienes están en la base de la pirámide de cualquier transformación seria.