Un nuevo enfoque en la guerra de Ucrania genera sorpresa y alarma.
Washington.- Cuando Rusia invadió Ucrania hace tres años, el presidente Joe Biden lideró una coalición internacional para aislar a Moscú y respaldar a Kyiv con miles de millones de dólares en armas y ayuda financiera. “Estados Unidos enfrenta a los agresores y defiende la libertad”, declaró Biden. Sin embargo, en el aniversario de la invasión, la postura de Washington ha dado un giro inesperado con Donald Trump y su equipo excluyendo a Ucrania de las negociaciones iniciales con Rusia, lo que ha desconcertado a sus aliados.
Trump ha criticado duramente a Ucrania y llegó a calificar a su presidente, Volodymyr Zelenskyy, de “dictador”, provocando rechazo en Europa y en el Congreso estadounidense. Su equipo de seguridad nacional ha evitado aclarar si Trump culpa más a Putin o a Zelenskyy por la guerra, aunque han insistido en que buscan la paz. Mientras tanto, el conflicto sigue cobrándose vidas, con cifras de la ONU que reportan más de 40,000 víctimas civiles y el traslado forzoso de 20,000 niños ucranianos a Rusia.
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La administración Trump ha sembrado más incertidumbre con declaraciones como las del secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien afirmó que restaurar las fronteras de Ucrania previas a 2014 es un objetivo “poco realista” y que el ingreso del país a la OTAN no es viable. Además, Trump mantuvo una conversación con Putin en la que discutieron una posible reunión en Arabia Saudita, lo que intensificó las tensiones con Ucrania, cuyo gobierno insiste en que ninguna decisión sobre la guerra puede tomarse sin su participación.
En respuesta, el presidente Zelenskyy canceló un viaje planificado a Arabia Saudita, expresando su preocupación por acuerdos a sus espaldas. Mientras tanto, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, defendió la posibilidad de una cooperación económica y geopolítica con Rusia, generando alarma entre los aliados de Ucrania y alimentando temores de un cambio drástico en la política estadounidense hacia el conflicto.