El prisionero en ese momento era remitido al juzgado de la villa de Reynosa acusado por robo de caballos.
Se supo que en la noche del jueves 1º de mayo de 1856, una partida de hombres armados organizados en la izquierda (en el lado de Texas) del río Bravo, había asaltado al encargado de justicia de San Rafael del Rosario, don Andrés Henríquez. Decían que el grupo de asaltantes estaba compuesto de 16 hombres, entre mexicanos e indios de la etnia tampacuas o compacuas; cruzaron el río con el objetivo de arrebatarle al encargado al reo Leonardo Villarán.
El prisionero en ese momento era remitido al juzgado de la villa de Reynosa acusado por robo de caballos. En ese tiempo existían dos ranchos conocidos en ambos lados del río Bravo con el nombre del Rosario, tanto en Texas y Tamaulipas. En Texas, en ese rancho tenía su hogar Thaddeus Rhodes, un americano asociado en algunos documentos del Archivo Histórico de Reynosa (AHR) con el abigeato en el noreste de México. El norteamericano tuvo algo que ver con el origen del condado de Hidalgo y era conocido por los mexicanos simplemente como Teodoro “El Colorado.”
Su rancho se convirtió, después, en la actual comunidad dE El Relámpago, por la carretera militar en Texas. Por el lado de México, el poblado del Rosario todavía existe, a unos cuántos kilómetros al oriente del actual puente internacional de Nuevo Progreso. El Rosario fue uno de los primeros ranchos asentados río abajo hacia la costa, en el tiempo del primer repartimiento de las porciones de tierras en la jurisdicción de Reynosa, en 1767 y 1768.
La encargatura de don Andrés Henríquez estaba dentro de la antigua jurisdicción de Reynosa. La región era patrullada por el “Escuadrón de Rifleros del Bravo,” bajo el mando del comandante militar, don José María Cavazos. Era precisamente ahí donde proliferaban los bandidos que continuamente cruzaban caballos y ganado robado hacia el lado americano.
La captura en la Palma
En San Rafael del Rosario existía el último reducto de la etnia indígena tarancaguases (carancagua o karankawa). Éstos eran refugiados de la costa central de Texas, desplazados por la población anglosajona que habían ocupado ese territorio a mediados del siglo XIX. Según otros documentos del AHR, los carancagua vivían en esa sección de la jurisdicción de Reynosa desde los primeros años de la década de 1850.
Durante la noche del 1º de mayo de 1856, el capitán de los carancagua y otro de la misma etnia habían presenciado el asalto en San Rafael del Rosario. Por ellos se descubrió que en la agresión habían participado los mexicanos José María Zamora, Andrés Cantú, Juan de León, Desiderio Perales, Francisco López y los indígenas de la etnia tampacuas; entre éstos se encontraban Jesús Cavazos, Marcelino Ramírez, Ricardo y Antonio Camacho, Francisco García (coyote) y Manuel Cano.Otro testigo mencionó, después, que había participado también un tal Ildefonso Cano.
El día 5 de mayo, en el rancho San Antonio (de los Olmos), el comandante militar dispuso que el capitán Leonardo Espinosa con cuatro hombres del escuadrón de rifleros, acompañados por los ciudadanos Pedro Villarreal, Isidro Toro y Nazario Ibarra, pasaran a la Palma a detener a José Zamora para que lo llevaran ante su presencia. San Antonio de los Olmos está al poniente del cruce internacional de Nuevo Progreso, mientras que la Palma se encontraba en las antiguas colindancias de Reynosa y Matamoros, pero esta pertenecía a este último.
El grupo no solo aprehendió a Zamora, sino que se llevó a Marcos Ballí, quien lo acompañaba. Los dos fueron interrogados ese mismo día a las cuatro de la tarde en San Antonio de los Olmos.
El 7 de mayo de 1856, el comandante José María Cavazos envió a José María Zamora y a Marcos Ballí desde San Lorenzo (de la Mesa), custodiados por cuatro soldados y un cabo, bajo las órdenes del alférez, don Gabriel Vargas; llevaban el acta de los hechos y a los dos indios testigos presenciales.
San Lorenzo estaba en la orilla del río en la jurisdicción de Reynosa, al oriente de la villa, en lo que es Nuevo Progreso, en Río Bravo, Tamaulipas.
En Reynosa
El 8 de mayo de 1856, el alcalde 1º constitucional de Reynosa, Domingo Martínez, recibió el oficio del comandante Cavazos; admitió a los dos acusados y a los dos testigos indígenas que habían observado el asalto la noche del jueves.
El alcalde interrogó primero a los dos carancaguas, al capitán Antonio Alderete y a Jesús Pavo. Tanto Alderete como Pavo eran naturales de la misión Nuestra Señora del Refugio, ambos tenían 25 años de edad. Esta misión se movió a diferentes sitios a finales del siglo XVIII y principios del XIX; el último lugar en donde estuvo fue en lo que es ahora Refugio, Texas.
Los indígenas explicaron que estando en el rancho del Rosario, una partida de mexicanos e indios tampacuaces, sorprendieron al encargado don Andrés Henríquez, quitándole al reo Leonardo Villarán. Esto lo hicieron a mano armada y tirando tiros, ya avanzada la noche. Entre los asaltantes reconocieron a algunos de ellos que pusieron en la lista.
El alcalde continuó con el proceso interrogando al inculpado, José María Zamora, quien era un comerciante de víveres. Éste compraba caballos que vendía en Texas; tenía entre 21 a 25 años de edad y era originario de Reynosa y avecindado en Texas.
El día de los hechos en el Rosario, el acusado contó que se encontraba entre ocho y nueve leguas del río Bravo, en el paraje Piedritas, Texas; cuidaba su caballada acompañado de José Mora. En la noche como a las ocho o nueve, Zamora se recogió en su casa en el Rosario, Texas, en el mismo lugar que servía de habitación al americano Teodoro (Thaddeus Rhodes).
Éste último, José María Guzmán e Ildefonso Cano podían decir que lo vieron entrar en la casa mencionada. Esto también lo podía corroborar Juan Guzmán y don Nepomuceno Cavazos, vecinos de dicho rancho. Zamora mencionó que fue hasta el viernes por la tarde que escuchó sobre el asalto en una conversación en el lado de Texas.
Todos los personajes que se aludían en la lista de los testigos indígenas habitaban en el Rosario, en Texas. Sobre ellos, Zamora indicó que la mayor parte los vio en ese rancho; nadie se ocupó de nada debido a que era ya de noche y a esa hora todos se entregaban al descanso. Zamora ignoraba que éstos hubiesen cruzado el río al Rosario de México, ese jueves.
El otro inculpado, Marcos Ballí, era un jornalero que tenía 27 años de edad, originario de Matamoros, con residencia en la Palma. Todo el día jueves 1º de mayo, estuvo en su casa en ese rancho; escuchó la noticia del asalto hasta el día siguiente, difundida por el hijo de Gregorio García.
El día 5 de mayo de 1856, circunstancialmente viajaba del rancho del Rosario en Texas al rancho la Palma, al mismo tiempo que Zamora, quien lo acompañó desde las ocho de la mañana. También salieron con el americano Teodoro y otro individuo hasta el rancho el Esterito, Texas.
Ballí mencionó que Zamora traía el negocio de ver a su novia y a un hermano de esta, recién llegado de Texas. La conversación durante el viaje giró sobre el futuro matrimonio con la muchacha. Ballí sabía sobre la fama de su acompañante como ladrón de caballos, pero no podía confirmarlo con toda seguridad.
Otros testigos
Entre el 14 y 16 de mayo, el encargado del Rosario envió a los testigos Juan Villarreal Cantú, Hilario Zamora y Antonio Villarreal al juzgado de Reynosa, todos naturales de la villa, que oscilaban entre 29 y 60 años de edad. Los tres proporcionaron información de oídas sobre el asalto. Indicaron que Zamora tenía dos años que se había pasado a la izquierda del Bravo.
Expresaron que mientras que Zamora vivió del lado de México fue hombre de bien, inclusive que fue encargado de justicia por unos meses. Los tres testigos mencionaron que de oídas sabían que éste compraba bestias robadas, pero eso no lo sabían a ciencia cierta.
El 16 de mayo de 1856, el alcalde 2º y juez de 1ª instancia en Reynosa, Domingo Martínez, envió el expediente al Lic. Diego Castillo Montero en Matamoros, para que revisara el caso. Este asesor examinó minuciosamente las declaraciones de los testigos y encontró que ninguna de ellas producía el mérito suficiente para declarar presos a los detenidos. Los datos que aportaban eran simples presunciones vagas y el abogado opinaba que se pusieran en libertad a los dos individuos.
El 27 de mayo de 1856, el juzgado de 1ª instancia decretó la absoluta libertad a los detenidos. Mientras, el comandante de los rifleros del Bravo se encontraba para entonces en persecución de ladrones por la parte de abajo de la jurisdicción de Reynosa. Años después, en esa sección existió un tipo de autoridad que cuidaba el robo de ganado, ejecutando a los abigeos si eran encontrados con caballos o reses robadas. Pera esta interesante historia será contada en otra ocasión.