Las reses y los caballos robados en el lado mexicano eran generalmente vendidos del lado americano y viceversa. Los expedientes narran las fatales consecuencias para los abigeos si eran capturados o encontrados con los animales hurtados
Ya para la segunda parte del siglo XIX, el robo de ganado era tan común en la región que, un gran número de esos sucesos quedaron registrados en la Sección de Juzgados del Archivo Histórico de Reynosa (AHR). Las reses y los caballos robados en el lado mexicano eran generalmente vendidos del lado americano y viceversa. Los expedientes narran las fatales consecuencias para los abigeos si eran capturados o encontrados con los animales hurtados.
Eran como las siete de la noche del día 20 de junio de 1863, cuando el encargado del juzgado de paz en San Antonio de los Olmos, Anastasio Villanueva, acompañado de dos compañeros, se toparon con Erineo Tijerina al salir de la puerta de una labor, que se encontraba en el potrero denominado el Rosario. Las comunidades San Antonio de los Olmos y el Rosario existen en la actualidad al poniente y oriente respectivamente, no muy lejos, del Puente Internacional de Nuevo Progreso.
En el juzgado de San Antonio de los Olmos, ya se había librado orden para capturar a Erineo, pues sospechaban que había robado en el rancho el Rosario una mula baya coyota, propiedad de Agustín Flores. Ya se le había buscado, pero no se había podido prender.
El interrogatorio.
El Juez y sus compañeros llevaron preso a Erineo a los Olmos donde fue interrogado. “Se le aplicó el castigo correspondiente” para que confesase sobre varias cosas que se le maliciaban; esto sucedió frente a los compañeros, el juez de campo, el jefe de la policía rural, además de un vecino del lugar. En la declaración dijo que en efecto había robado la mula y que la había vendido en la izquierda del río Bravo, en Texas, a Nepomuceno Cavazos, quien le dio $6.50 pesos por la bestia.
Eusebio de León era su cómplice; en realidad este último había robado la mula y la había mantenido escondida. Debido a que Eusebio tenía un viaje en puerta a Matamoros, Erineo le llevó la mula a vender al lado americano. Al mismo tiempo se vio obligado a declarar que la ropa que vestía también la había robado, al igual había adquirido un rebozo de seda robado de la castaña de doña Antonia Zamora. Esta prenda decía, la había hurtado Antonio Moreno, quien se la dio para que la vendiera en los ranchos de afuera.
Al siguiente día 21 de junio, el encargado del juzgado de paz, Anastasio Villanueva, remitió al reo Erineo con la seguridad correspondiente al juzgado de la villa de Reynosa, donde se tomarían las providencias convenientes de esa averiguación.
La muerte de Tijerina.
Siendo como las cuatro y media de la tarde del mismo día, el alcalde 3º Francisco Cepeda recibió de parte de Donaciano Cavazos e Isidro Garza, el oficio con las declaraciones de Erineo Tijerina. Estos dos eran los soldados que traían custodiando al reo Tijerina, bajo las órdenes del comandante Juan Cavazos Yárrito; pero llegaron solamente con el escrito, sin el reo, a la villa de Reynosa. Explicaban que algo fatal había ocurrido en el trayecto a la villa.
El reo intentó fugarse tratando de agredirlos, por lo que tuvieron que repelerlo acertándole uno o varios balazos, resultando el prisionero muerto. El comandante Juan Cavazos y el cabo Lino Reyes retornaron desde ese punto a dar el parte al encargado de San Antonio de los Olmos, pidiéndoles a los conductores que llevaran el oficio de las declaraciones a Reynosa.
Inmediatamente el Alcalde 3º, en función de juez, procedió a levantar la averiguación correspondiente de los dos conductores del reo, mandando citar al encargado de San Antonio de los Olmos, al comandante, al cabo de la escolta y a todos los que estuvieron presentes, cuando se le tomó la declaración al reo Tijerina. También pidió que el juez de campo y el comandante de la rural persiguieran y aprehendieran a los cómplices: Eusebio de León y Antonio Moreno.
El mismo día 21 de junio de 1863, el alcalde 3º en función de juez tomó las declaraciones a las cuatro personas que escoltaban al reo Erineo Tijerina hacia Reynosa: a los soldados Donaciano Cavazos e Isidro Garza, al comandante Juan J. Cavazos y al cabo Lino Reyes (el expediente en el AHR invierte el grado militar entre estos dos últimos personajes en diferentes ocasiones).
Donaciano era de Matamoros, Isidro de Cadereyta Jiménez, N. L., mientras que los otros dos eran originarios de Reynosa; sus edades fluctuaban entre 29 y 45 años. Los cuatro hombres se dedicaban a la labranza, el oficio principal practicado en las tierras inmediatas a lo largo del río Bravo, en ese tiempo.
Las cuatro declaraciones concordaban que el incidente había ocurrido junto al arroyo El Indio, en las tierras del rancho de don Juan Longoria Tijerina, por la parte de abajo. Desde ese lugar el comandante y el cabo regresaron a la encargatura en San Antonio de los Olmos a dar aviso del incidente; mientras que los otros soldados viajaron a Reynosa a entregar el oficio y dar parte de lo ocurrido a Reynosa.
Llevando al reo atado, fue en ese lugar que se desató de un brazo, por lo que el comandante de la escolta ordenó volverlo a amarrar. Isidro se apeó del caballo para asegurar el amarre del preso, que forcejeando se oponía a que lo sujetara. Donaciano descendió de su caballo ayudando a su compañero. Fue cuando Isidro se encontraba abrazado y batallando, que en ese instante, el prisionero echó mano de un puñal o estoque que traía oculto, con el cual le tiraba puñaladas, amenazando al comandante y a los soldados.
El comandante Juan Cavazos dio la orden para que abrieran fuego contra el prisionero Erineo. Según Isidro Garza, siendo este el único que no disparó, el comandante fue el primero en sacar su arma y accionarla, siguiéndole Lino Garza y Donaciano Cavazos. De acuerdo con este último, el prisionero ya casi se metía en el bosque cuando cayó muerto.
Cuando se les preguntó sobre el comportamiento en vida de Erineo Tijerina, todos declararon que era una persona de mala conducta, un ladrón de fama, que se mantenía únicamente del robo. Decían que eso lo había llevado a su muerte en este suceso.
Ocho días después de la muerte de Erineo, Antonio Moreno se presentó ante el alcalde 3º de Reynosa, declarando sobre el robo del rebozo de Antonia Zamora. El difunto Tijerina lo había involucrado como su cómplice en sus declaraciones en los Olmos. Antonio Moreno aclaró que, él le había regalado el mentado rebozo a la Sra. Zamora, que cuando se lo robaron, él puso la denuncia con el encargado don Miguel Treviño, para que procedieran al arresto de Erineo. Moreno supo que después, este ladrón dio el rebozo a un tal Ildefonso Cano para que lo vendiera. También se enteró sobre la captura de Tijerina por otro robo, el de la mula baya coyota.
El abigeato o robo de ganado fue tan frecuente al oriente de Reynosa, en la segunda parte del siglo XIX, que existió un personaje conocido como Tomás Gómez, un policía que se dedicaba a cazar ladrones de ganado en la región. Pero esa historia será contada en otra ocasión.