A diferencia de otros territorios del centro y sur de Mexico, el territorio norestense era ocupado por numerosas rancherías o grupos étnicos, que subsistían solamente de la caza y recolección, sin tener grandes excedentes de insumos naturales para tributar a la corona española
En año 1582, Luis de Carvajal le escribió al arzobispo don Pedro Moya de Contreras, el inquisidor de la Nueva España quien fuera después virrey, sobre la existencia de 8,000 indígenas ya bautizados, viviendo en las inmediaciones de la ciudad de León. Esta era la capital del Nuevo Reino de León, como lo describimos en una nota anterior de este matutino, en el lado oriente de lo que se conoce como Sierra de Picachos, donde también se encontraban las minas de San Gregorio y la villa de la Cueva.
Pero según el testimonio del capitán Felipe Núñez, uno de los 10 testigos que declararon en la audiencia de Guadalajara, eran solamente 4,000 indios de la serranía conocida en ese entonces como Nuestra Señora de los Remedios y sus llanos comarcanos, los que venían pacíficamente a la villa y ciudad de ese reino. Estos venían a servir y ayudar a los españoles en la construcción de sus casas y en sus labranzas. Otros de los testigos, que presenciaron o participaron en algunos de los eventos durante la fundación de estos asentamientos, apuntaron que había muchos indios de paz en la comarca.
PRIMERAS ENCOMIENDAS.
Como ya contamos anteriormente, Juan González narró en la Audiencia de Guadalajara que, cuando tuvo noticias que habían descubierto el Nuevo Reino de León, partió de las minas de Mazapil, encontrando a Carvajal en la ciudad de León. La ciudad ya estaba poblada, al igual que la villa de la Cueva y minas en la serranía de Nuestra Señora de los Remedios, donde se encontraba mucha gente.
Juan González menciona que había visto después su llegada en 1582, unos indios de paz cerca de los asentamientos y que, fue después que el gobernador Luis de Carvajal trajo muchos de ellos de paz. Vio como entraban en los dos pueblos y en las minas, a ayudar a los vecinos a construir sus casas y otras cosas que les mandaba hacer. Algunos de los testigos dijeron que los indios venían con sus mujeres e hijos y les ayudaban en las minas, casas y tareas de labranza.
Fue Juan Gonzalez y otros testigos que mencionaron que algunos de los indios estaban en encomienda bajo la tutela de algunos vecinos, como lo marcaba la cédula que le había extendido el rey al gobernador. Juan es el que declara, quién de los vecinos estaban a cargo de las rancherías de tres capitanes indígenas.
En esos primeros asentamientos del Nuevo Reino de León, Hernán Ramírez estaba a cargo de la ranchería del capitán Moquiah[g]uin. La ranchería del capitán Nazagualas la tenía el tesorero Diego de Montemayor. Mientras que Manuel de Maderos tenía otra del capitán Pozyrcacariname.
EVOLUCIÓN DE ENCOMIENDA.
La encomienda era una vieja institución europea de carácter feudal, donde una orden militar ofrecía protección a ciudadanos libres a cambio de sus servicios en sus dominios. Esta fue introducida a las Antillas por Cristóbal Colón y fue prontamente modificada. Se dice que las primeras exploraciones al inicio del siglo XVI en el Golfo de México, se realizaron en busca de indios para las ya establecidas encomiendas en las islas caribeñas, sin la anuencia de los frailes dominicos en La Española.
En México, Hernán Cortés introdujo la encomienda después de la captura de la Tenochtitlan, para recompensar a miembros de sus tropas por los servicios prestados en campaña. En el noreste mexicano, la encomienda fue introducida por el primer gobernador del Nuevo Reino de León, Luis de Carvajal.
A diferencia de otros territorios del centro y sur de Mexico, el territorio norestense era ocupado por numerosas rancherías o grupos étnicos, que subsistían solamente de la caza y recolección, sin tener grandes excedentes de insumos naturales para tributar a la corona española.
Fue por eso que la encomienda en el siglo XVII y principios del XVIII del Nuevo Reino de León, recayó en la captura de los naturales, para que sirvieran estacionalmente en las faenas de las haciendas de esos primeros pobladores novohispanos.
Desde el punto de vista indígena, el acontecimiento más importante fue la introducción del sistema de encomienda. En el nuevo entorno del Nuevo Reino, la encomienda fue un título legal para poseer un grupo de indígenas otorgados por los gobernadores a un gran hacendado. Este le informaba al gobernador sobre una ranchería indígena sin dueño, por lo que el gobernador le otorgaba un título de propiedad.
Una vez que esa sanción legal era formalizada, el terrateniente, o encomendero, iba a la ranchería indígena con una fuerza armada, usualmente sorprendiéndolos al amanecer. Los nativos capturados eran llevados a las tierras del hacendado, donde eran vigilados. Cuando terminaba la temporada de trabajo, eran liberados para no tener que alimentarlos. Sin embargo, se retenía a algunas mujeres y algunos niños para trabajar como sirvientes y también para mantener el contacto con el resto del grupo.
Cada vez que se requerían indígenas para trabajar, se enviaban hombres armados para traerlos de vuelta. Aunque este sistema había sido prohibido desde 1542, era difícil implementar las leyes en fronteras tan distantes. A medida que crecía la provincia de Nuevo León, los terratenientes tenían que aventurarse a zonas cada vez más alejadas de la frontera para encontrar indígenas que todavía no hubieran sido reclamados.
Documentos legales del siglo XVII demuestran que, las encomiendas indígenas fueron vendidas, rentadas, compartidas, intercambiadas, heredadas, hipotecadas e incluso otorgadas como dote. Sin duda este aspecto de la ocupación española de Nuevo León generó un gran resentimiento indígena y provocó una gran cantidad de ataques sobre los asentamientos de frontera.
Al igual que en otras partes de la Nueva España, las incursiones para conseguir esclavos indígenas continuaron desde finales del siglo XVI. Los indígenas condenados por crímenes serios como rebelarse contra los españoles, fueron sentenciados a ser vendidos a contratistas laborales, quienes los llevaban a otras regiones de la Nueva España.
LOS MOQUIAGUINES.
De las primeras tres encomiendas mencionadas arriba, de la que se tiene algunos datos, es la de Moquiaguines. Dentro de las 250 naciones mencionadas a mediados del siglo XVII por Juan Bautista Chapa, se encuentran los Moquiaguines que estaban todavía viviendo entre 10 a 12 leguas, en el circuito de la villa de Cerralvo, cercana a otras naciones que se mencionan.
Dentro de la carpeta, sobre los servicios presentados en 1651 por Domingo de la Fuente, un vecino de Cerralvo, en un documento que se encuentra en el Archivo Municipal de Monterrey, se menciona que los Moquiaguines se habían alzado desobedeciendo las autoridades de la época. Fue entonces que Domingo y su esposa, Micaela de la Cruz, con riesgos de sus vidas, se dirigieron a las tierras de estos indios para hacer parlamentos, para que se aquitacen de paz.
Era su esposa Micaela la que trató con ellos, pues entendía la lengua de dichos indios. Desde ese momento habían permanecido en paz, mencionando que todos se habían llegado a bautizar, siguiendo el santo evangelio de la fe católica.
Son varios documentos que mencionan a los Moquiaguines antes y después de mediados del siglo XVII, pero todavía no se han ligado los nombres de los otros dos capitanes mencionados arriba de las primeras encomiendas con las extensa listas de grupos en los siglos siguientes. A finales del siglo XVI, Diego de Montemayor adquirió y repartió otras rancherías en encomienda, de los grupos huachichiles y tepehuanes, cuando refundó lo que sería Monterrey.