El herido había recibido un tabaco de Manuel Cantú bajo un contrato para su venta, pero el producto había sido decomisado. Éste le cobraba lo que restaba de la venta, pero él le decía que no le pagaría hasta que no volviera de “Horleans”.
Eran las cinco de la mañana del día 22 de junio de 1832 cuando el alcalde 2º de la villa de Reynosa, Laureano de Hinojosa, recibió noticias del vecino Hermenegildo Pérez sobre una golpiza que le habían dado a su hermano Antonio en la casa de Juan Cantú. El alcalde, en función de juez, ordenó formar el documento donde se llevaría el auto de las diligencias sobre los eventos de este caso, que lo llevaría hasta su final.
El juez preparó que lo acompañaran al lugar los ciudadanos José María Bravo, Vicente Chapa, Juan García y a otras personas que lo asistían. Entre ellos iba el cirujano práctico, Enrique Ochoa.
En ese momento, el grupo de personas se dirigió a la casa donde estaba el golpeado, Antonio Pérez. Ahí, el alcalde lo encontró con su ropa ensangrentada y con un golpe sobre la ceja del lado izquierdo; tenía otro en el lado derecho de la cabeza y otro más sobre el lomo izquierdo. El juez notó que por las heridas en la cabeza había derramado mucha sangre.
El juez procedió más tarde a tomarle la declaración al perito médico Enrique Ochoa, que en realidad era un carpintero de 58 años originario de la villa, quien revisó las heridas de Pérez, que se encontraba en la casa de Nepomuceno Anzaldúa. Ahí se mencionó que el causante de esas heridas había sido Manuel Cantú.
El cirujano práctico declaró que el instrumento que había inferido las heridas en la cabeza provenía de una piedra y que la del lado izquierdo era de más gravedad, pues podía “haber lastimado el casco”. Mencionó que la herida en el lomo sobre el costado izquierdo había sido ocasionada también por una piedra.
EL HERIDO Y VECINOS.
Fue hasta el día siguiente, 23 de junio, que el juez, junto con sus asistentes José María Bravo, Guadalupe Anaya y Victorino Guajardo pasó a la casa donde se encontraba el golpeado, Antonio Pérez. El alcalde explica en su escrito que no le había podido tomar la declaración el día anterior por haberlo encontrado todavía fuera de sí, debilitado por haber sangrado mucho por las heridas y por haber tomado licor.
El herido declaró que el motivo para que Manuel Cantú lo golpeara emanaba de un cobro que le hizo por una cantidad de dinero que le debía. Antonio Pérez había recibido un tabaco de Cantú bajo un contrato para su venta, pero el producto había sido decomisado. Cantú le cobraba lo que restaba de la venta, pero Pérez le decía que no le pagaría hasta que no volviera de “Horleans” [sic].
El herido recordaba que cuando se acaloraron las cosas con Manuel Cantú, recibió el primer golpe en la cabeza y que cuando volvió en sí se encontraba amarrado y su hermano estaba desatándolo. Él se acordó que el incidente había sucedido en la casa de Juan Cantú, donde también él vivía.
El 25 de junio de 1832, las declaraciones fueron reanudadas por Juan Antonio Ballí, el alcalde constitucional, pues el alcalde 2º se había ausentado de la pequeña villa. Ballí solicitó que trajeran a Julián de la Garza, el vecino que vivía inmediato a la casa de Manuel Cantú.
Este testigo menciona que recordó [sic despertó] a las voces que tenían Pérez con Manuel Cantú, quien le dijo en repetidas veces que se acostara y se estuviese quieto, porque si no lo había de amarrar en un ébano hasta que amaneciera. De la Garza sólo escuchó a la madre de Cantú diciéndole a su hijo que le quitara la navaja y la pistola que traía Pérez en la bolsa. No supo más debido a que se quedó dormido.
En el mismo día, el alcalde también interrogó al vecino José Lorenzo la de Garza quien vivía en la misma casa que el declarante anterior. Él también escuchó las voces de que se “acostara y que si no lo iba amarrar hasta el amanecer”.
Lorenzo investigó de dónde provenía la acalorada discusión y se dirigió adonde habían estado discutiendo Manuel con Antonio. Todo había terminado para cuando el testigo le preguntó a Cantú el motivo de la discusión y le contó que era por un dinero que le debía.
Cantú le dijo al testigo Lorenzo que había visto a Antonio Pérez meter la mano a la bolsa para sacar una pistola, encaminándose al patio de la casa, en donde estaba acostado con su mujer. Al verse amagado se levantó y tomó dos piedras y le descargó una a Pérez, tumbándolo cuando lo blanqueó en la cabeza. Este último se levantó amagándolo de nuevo y Cantú, con la piedra que le había quedado, le dio un segundo golpe en la cabeza, tirándolo de nuevo.
Antonio se levantó por tercera vez, trató de acometer a Cantú sacando una navaja de su bolsillo; la acción terminó cuando lo contuvo y lo amarró. El vecino de la Garza fue el primero en dar parte a la autoridad de los hechos, esto a petición del mismo Cantú. Al regresar el testigo, observó que se encontraba Hermenegildo Pérez, el hermano de Antonio, en la casa del suceso.
El alcalde, Juan Antonio Ballí Vega, solicitó que llamaran a Hermenegildo Pérez para que declarara sobre los sucesos, pero este no se encontraba en las inmediaciones de la villa. Para entonces, Antonio se encontraba detenido por disposición del juzgado.
DECLARACIÓN DE MANUEL.
El mismo 23 de junio de 1832, Ballí ordenó sacar a Manuel Cantú de su detención para declarar bajo juramento sobre los hechos del día anterior. Cantú explicó que esa noche Antonio Pérez había arribado a la casa en la madrugada, después de haberse paseado.
Tal vez esto se pueda interpretar que había llegado tomado y que en ese estado se dirigió a la cama donde Cantú estaba durmiendo. El detenido declaró que llegó Pérez preguntándole con voz fuerte en dos ocasiones, ¿qué le había hecho a su madre? e insultándole que era un tal (por cual).
Cantú le respondió diciéndole que se sosegara y que bajara la voz, pero Antonio Pérez, con palabras altisonantes, se encaminó hacia la cocina en donde estaba acostado con su esposa, continuando los insultos. Pérez sacando de la bolsa una pistola y le dijo, ahora te mato o me matas, razón por lo que se levantó de la cama y tomó dos piedras al tiempo que Pérez hizo el ademán de “recular para atrás a montar la pistola”.
En ese momento le tiró la primera pedrada, de cuyo golpe Perez cayó al suelo; mas de pronto se volvió a levantar con la pistola en la mano. Cantú le tiró la segunda piedra, derrumbándolo de nuevo, pero volvió a pararse y a sacar otra pistola de la bolsa. Por lo que Cantú tomó una tercera piedra que lo tumbó y le tiró la pistola.
Manuel se acercó y lo arrastró de un pie sacándolo sobre la cama donde había caído. Antonio se recuperó y al pararse, metió su mano a la bolsa de donde sacó una navaja y de nuevo acometió a Manuel. Fue entonces que, Manuel Cantú tomó otras piedras para amenazarlo con ellas, obligándolo a que se echara la navaja en la bolsa.
Al ver a Pérez sin la confianza que había tenido en sí mismo, Cantú le ordenó a su madre, la cual había presenciado los hechos, que le sacara la navaja del bolsillo a pesar de que todavía se resistía. Cantú hacía amenazas con las piedras, temiendo que Antonio fuera a alcanzar una de las pistolas que había tirado.
Narró que ya lo había amarrado cuando llegó al lugar el vecino Lorenzo de la Garza, a quien le contó todo lo sucedido y lo envió a que informara los hechos de lo ocurrido al juez de la villa.
Fue en ese inter que llegó a la casa el hermano de Antonio, Hermenegildo Pérez, quien le preguntó el motivo del tal acontecimiento. Dándole las razones, Hermenegildo empezó a desatar a su hermano, diciéndole a Cantú que él se haría responsable de la situación ante el alcalde 2º Laureano de Hinojosa.
Manuel Cantú explicó al juzgado, que 15 o 20 días antes había adquirido un tabaco, que le había pasado a Antonio Perez para su venta, quedándole a deber $ 82 pesos. Cantú le pidió a Pérez hiciera un documento donde se obligaba a pagar el producto o que presentara un fiador, mientras se daba la vuelta de (Nueva) Orleans.
El argumento era porque Pérez le decía que “ni daba la obligación ni fiador y que él era un hombre de bien (palabra)”. Pero en ese momento, no había habido ningún acaloramiento entre ambos.
Desafortunadamente el expediente que se encuentra en la Serie de Causas Criminales del Archivo Histórico de Reynosa se encuentra trunco y no conocemos el resultado final de esta historia, pero sí nos muestra algo de los pobladores de ese México que se había formado como República ocho años antes.
El comercio con Nuevo Orleans continuaba legal e ilegalmente, presente desde la independencia de México, como se ha presentado en otras notas sobre el tabaco en este matutino. Por esa época, las armas de fuego no eran tan eficaces como las piedras.