Tamaulipas, México.- Fueron declinando lentamente en cuanto a su número durante la última parte del siglo XVIII; algunos, entraron a las misiones de Camargo y San Antonio, desapareciendo de los registros parroquiales antes de 180.
En la actualidad poco se sabe sobre la procedencia de la palabra “pauraque“, un sustantivo que aquí en el noreste de México se aplica a un ave nocturna y a un grupo étnico que se conoce históricamente que habitó en la parte baja del río Bravo durante el siglo XVIII. Aunque no sabemos quién recibió el nombre primero, si los indígenas o el pájaro, podemos decir que su etimología proviene de una lengua nativa local.
Existe un pájaro nocturno científicamente conocido como “Nyctidromus albicollis”, de tamaño mediano (22 a 28 cm de largo), con un plumaje camuflado, que casi lo hace invisible al ojo humano. Esta ave sale con el crepúsculo para alimentarse de insectos con su pico ancho. Su hábitat se extiende en el Neotrópico del continente americano, desde el río Paraná en Argentina hasta cruzar el río Bravo, internándose no muy lejos por el litoral costero en Texas.
Este pájaro se encuentra principalmente en los estados mexicanos que están a lo largo de los litorales del Golfo de México y del Océano Pacífico. Las siete subespecies que habitan en el continente americano, se conocen bajo diferentes nombres populares en cada país del continente, muchos de ellos provenientes de lenguas indígenas. En la región norteña en Nuevo León y la sección ribereña del Bravo en Tamaulipas y Texas se le conoce simplemente como pauraque.
Existe cierto misterio concerniente con el aspecto, el comportamiento y el canto de esta ave; aportando un número de creencias y leyendas al folclor de los pueblos americanos que conviven con ella. A los viajeros generalmente se les aparece el pauraque por los caminos al ras del suelo donde anidan. Cuando se le perturba vuela y se posa posteriormente de nuevo sobre el camino, pero mucho más adelante.
Una de las tradiciones folclóricas de los pueblos del continente revela que esta ave extravía a las personas, por su comportamiento de volar y adelantarse o introducirse en la vegetación inmediata. Cuando el viajero lo va siguiendo termina perdiéndose. Es por eso que se le conoce como atajacaminos, guardacaminos, tapacaminos, aguitacamino, etc.
En América del Sur y México también se le conoce como “chotacabras,” pues este pájaro comúnmente se le ve en establos, corrales o en potreros donde se amamantan las crías de cabras y vacas. Ahí al pauraque se le ve cazando con su pico bien abierto el abundante número de insectos que andan alrededor de las mamas del ganado. El imaginario colectivo asume que el pauraque succiona la leche de vacas y cabras.
Los indígenas.
Sabemos que los pauraques existieron como uno de los grupos étnicos que habitaron el territorio dentro del delta del río Bravo, que fueron registrados en documentos coloniales a partir del año de 1767. El nombre, deriva aparentemente de alguna lengua indígena extinta; es aún utilizado popularmente a lo largo del bajo río Bravo en referencia a un pájaro, Nyctidromus albicollis, hallado en áreas del bosque ribereño a lo largo de lo que se conoce como Valle del Río Grande o Bravo.
En 1767, Acisclos Valverde, un fraile de la misión de San Francisco de la Espada en San Antonio, Texas, registró algunos nombres que parecen pauraques: huaraques, taguariques y tuaraques. El fraile dejó claro que los indios conocidos por esos nombres habían llegado a la misión entre los años 1753 y 1767. El parecido de esos tres nombres con el de los pauraques recibe apoyo de un documento fechado en 1772 que se refiere a una captura ilegal de neófitos para las misiones de San Antonio. Los misioneros capturaron miembros de cuatro grupos indígenas que fueron transportados desde el bajo río Bravo: carrizos, cómo-se-llaman, cotonames y pauraques.
La mejor prueba que los pauraques eran de la parte baja del río Bravo se encuentra en un documento de una inspección de tierras en el año 1777, donde se mencionan a los pauraques viviendo en tierras de una merced conocida como Vicente de Llano Grande de la familia Ballí, la que se extendía al este del actual límite entre los condados de Cameron e Hidalgo en Texas. Algunos de esos indios sirvieron temporalmente como guías para el grupo de apeo.
La partida de agrimensores utilizó una noria que presumiblemente había sido cavada por los pauraques que solían acampar en las cercanías. Desde la inspección de 1747, José de Escandón mencionó que se veían pozos de agua en el área que abarcaba del río Nueces y el margen norte del delta del río Bravo; reportó que los indígenas en los alrededores de Salinas de la Barra, cerca de la desembocadura del río San Fernando, obtenían agua para beber de pequeños hoyos que cavaban con las manos. Escandón describía el agua de esos pozos de poca profundidad como salobre. En esa época, el paraje estaba ocupado por los comecrudos del río San Fernando.
En 1777 el grupo de agrimensores al norte del río Bravo observaron un camino hecho por los indígenas. Estos se habían perdido en la maleza y algunos pauraques que acampaban cerca de allí los llevaron por el camino abierto. Algunos documentos pertenecientes al delta del río Bravo indican que algunas partes originalmente estaban cubiertas por bosques ribereños y otras por densos matorrales. Los grupos indígenas locales tenían caminos angostos que mantenían limpios en esas áreas con profusa vegetación, algunos hasta más de 4 km de largo. Estas veredas o caminos limpios, que técnicamente eran carreteras primitivas, parecen indicar que muchos grupos indígenas del delta tenían contacto frecuente entre sí.
Por los registros de la misión San Agustín de Laredo de Camargo se conoce que al menos unos pocos indios pauraques habían entrado en esa misión después del año de 1764. A mediados del siglo XVIII, los pauraques no fueron encontrados en los documentos pertenecientes a la colonización del Nuevo Santander, ya que pueden haber sido registrados bajo otro nombre. Los pauraques evidentemente fueron declinando lentamente en cuanto a su número durante la última parte del siglo XVIII; algunos, entraron a las misiones de Camargo y San Antonio desapareciendo de los registros parroquiales antes de 1800.
La palabra pauraque.
Para cuando los vocabularios indígenas del río Bravo fueron recolectados por el etnólogo Albert Gatschet en las Prietas, cerca de Reynosa Díaz, ya el grupo étnico de pauraques había desaparecido. El lingüista recogió las últimas palabras de la lengua comecrudo y cotoname de tres sobrevivientes indígenas nativos del río. Aunque había más de sesenta indígenas en ese lugar, solo ocho nativos hablaban en sus lenguas maternas.
De estas lenguas sabemos que la palabra para ave o pájaro era “xa´m” (en comecrudo) y “komio´m” (en cotoname). Es de la primera lengua donde tenemos varios nombres para pájaros: gavilán, águila, perico o loro, pelícano, cenzontle, etc. Estas palabras en comecrudo comienzan con el prefijo “pa-u” o “pay” después de la palabra “xa´m”.
La palabra que utilizaban los comecrudos para un pájaro pauraque era “xa´m” “pa-ulapét”. Pa-ulapét era también aplicada para indicar al perico o loro; significaba algo así como “no se le entiende”, pero también se utilizaba para indicar a un paisano o vecino.
Es muy probable que el idioma español haya adoptado y modificado la palabra pauraque de la lengua indígena comecrudo. Así estas culturas de cazadores y recolectores aportaron a los vocabularios del español e inglés moderno.
Nyctidromus albicollis.
- Argentina: atajacaminos de collar blanco, curiango
- Brasil: curiango, bacurau
- Colombia: bujío, chotacabras común, gallinaciega común, guardacaminos común, tuhuayo
- Costa Rica: tapacaminos comunes, cuyeo
- Honduras: pucuyo coliblanco
- México: chotacabras, pauraque, tapacaminos picuyo
- Nicaragua: pocoyo tapacaminos
- Perú: chotacabras común, tuhuayo
- Paraguay: curiango
- E. U. (Texas): pauraque
- Uruguay: curiango
- Venezuela: aguaitacamino común