Una vida de servicio que se traduce en un legado de generaciones tamaulipecas entrelazadas por el amor, la educación y el arte.
“No se puede encontrar la paz evitando la vida.” Virginia Woolf.
Tamaulipas.- Llegó a esta vida en el buen año de 1929 siendo el sexto de siete vástagos de una familia humilde y generosa en todo el sentido de la palabra.
Era un momento crucial en nuestro país dentro de un estado posrevolucionario donde grandes pensadores, artistas e intelectuales cuestionaron y re plantearon la imperante necesidad de construir una nación sólida a pesar de los contrastes que se vivían en las clases sociales, a través del conocimiento, la libertad y la educación para abrir paso al sueño de una democracia pura.
Y dentro de este panorama, nace Gumersindo en un pequeño rancho llamado: Los Añejos en el municipio de Abasolo, Tamaulipas en condiciones que pudieran parecer a simple vista de escasez, de trabajo duro y de retos, pero que fueron esos años de formación, la oportunidad de lograr en el maestro un espíritu visionario con una inminente determinación para salir adelante a través de cultivarse a sí mismo convencido del valor de sumar, gestionar y compartir de su propio aprendizaje de vida en el campo para lograr los cambios dentro de la educación rural en este estado tamaulipeco, el cual Gumersindo ama intensamente.
Con solo 12 años de edad decide inscribirse en la única escuela rural que quedaba a 3 kilómetros de su hogar para poder cursar del primer al tercer grado de primaria, pero su tenacidad y determinación hicieron que tuviera que cursar más de una ocasión el tercer año porque simplemente ya no había forma de seguir con los estudios, así que de forma autodidacta completó el cuarto grado y un buen día, lleno de sueños y apoyado por su madre, salió rumbo a ciudad Victoria junto con su hermano para poder seguir preparándose y no solo terminar su educación primaria sino lograr su título como profesor normalista rural en 1953.
Increíbles logros profesionales le anteceden. La seriedad y nivel de compromiso con su estado lo convirtieron en un promotor incansable de la educación junto a su amada esposa María Luisa Díaz. La mancuerna perfecta para volver posibles esos sueños de juventud dedicados en cuerpo y alma a trabajar con excelencia para que cambios importantes se llevarán a cabo justo en la ciudad donde decidieron vivir y echar nuevas raíces, la ciudad de Reynosa, Tamaulipas desde 1966.
“Siempre vi a papá como el hombre más noble, amoroso y dispuesto a servir a todos. En casa me gustaba la hora de la comida porque siempre disfrutamos en familia esa hora del día, me encantaba ver interactuar a mis papás porque siempre estaban riendo y bromeando. Él era muy inocente y mamá siempre le sacaba una franca risa. ¡Atesorare por siempre esos momentos!” declaró Marisol la hija más pequeña del matrimonio Guerrero Díaz.
Es innegable su labor y huella indeleble que ha dejado en los corazones de muchas generaciones el amado y respetado profe Gume como cariñosamente le llaman sus amigos y colegas.
“Mi padre nunca se cuestionó si vivía en la carencia, él fue educado como en antaño y su alegría de vivir intensamente le ha caracterizado hasta el día de hoy, lo cual le ha permitido estar siempre rodeado de gente que le respeta y ama por ser un hombre auténtico. El profe Gumersindo sigue amando sus raíces y enseñándonos constantemente a disfrutar del amor en familia”. Comentó emocionada María Luisa, la segunda de sus cuatro hijas.
La música y el gusto por llevar su cuera tamaulipeca que orgullosamente porta para eventos tanto sociales, políticos o familiares le ha caracterizado así como su fino humor que mantiene cautivo a todo aquel que se acerque a su lado a escuchar las anécdotas de toda una vida de lucha, conocimiento y enseñanzas volviéndose un personaje irrepetible que ha vivido intensamente y de forma digna creyendo en la fórmula de la pasión y el denuedo para llegar a donde se desea.
El amor a la cultura, a la lectura, al conocimiento, al arte en sí, le ha rodeado de grandes personajes tamaulipecos y de todas partes del mundo, que hoy puede llamar amigos, a los cuales ha abierto las puertas de su casa de par en par y ha sido un refugio donde niños, jóvenes, pintores, músicos, declamadores y profesionistas han sido abrigados amorosamente por un maestro en toda la extensión de la palabra generando recuerdos inolvidables en las vidas y corazones de muchas personas incluida mi persona.
“A mis hijos y a mí nos encanta escuchar a mi papá compartir esos recuerdos del pasado. Nunca dejó de aprender y sobre todo de sentirme conmovida al escuchar como dos maestros jóvenes se conocieron y unieron sus vidas para seguir creando y construyendo a través del amor y las metas en común. Sus cuatro hijas fuimos preparadas para encontrar nuestra esencia y asegurarnos de aportar a las futuras generaciones por medio del arte, la disciplina, la libertad y el conocimiento”. Agregó Rocío, la tercera de sus hijas.
Y como bien manifestó Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.” Esto es algo que definitivamente entendió hace muchos años Gumersindo cuando siendo aún un pequeño niño que vivía en el campo se atrevió a soñar con cambiar las condiciones educativas de las zonas rurales y lo logró.
Toda una vida transcurrida que ha vivido y valorado cada cambio de estación, de políticas y de ideas para entregar una estafeta que ahora corresponde a su descendencia continuar con ese legado y que bellamente condensa Iris, su primogénita, el sentir de toda su familia con las siguientes palabras: “Papá es mi sitio seguro donde tomar aliento”.
El reconocimiento a personas que tocan e impactan vidas debería convertirse realmente en algo que se vuelva viral. Aprender de aquellos que han recorrido caminos y han salido adelante a través de la cultura del esfuerzo y no de la arrogancia o de lo efímero que impacta hoy en día a nuestra sociedad.
La sencillez, elocuencia y el respeto a su profesión seguirán inspirando a las generaciones venideras. Su trabajo jamás fue en vano y hoy por hoy, la paz y la alegría de una vida dignamente vivida le abraza y sostiene a través del amor de todos lo que le rodean, honran y respetan.
¡Gracias por siempre querido maestro!
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