La música es considerada una de las bellas artes y definitivamente maneja un idioma universal donde cualquier persona sin importar su religion, cultura y ubicación geográfica puede vincularse y transportarse a través de sonidos, arpegios, escalas y vibraciones que tocan las fibras del alma de una manera intrínseca conectándonos en distintos niveles.
Hace poco mas de 10 años tuve la oportunidad de ver la película “La musica nunca se detuvo” del director Jim Kohlberg basada en un estudio clínico por el neurólogo inglés Oliver Sacks (1933-2015) quien argumentó a través de su propia experiencia con pacientes el poder que ejerce la música en el cerebro. Existen demasiados estudios que fortalecen esta teoría pero hoy no ahondaremos en ello.
Esta película cuenta con la brillante interpretación de J. Simmons, Cara Seymour y Julia Ormond y la puedo recomendar ampliamente. Es una historia con la que nos podemos relacionar ya que habla de esa relación difícil entre los padres e hijos sosteniendo desencuentros provocados por la brecha generacional siendo matizada con un increíble soundtrack y ambientada en los años ochenta pero remontándose al pasado cuando el hijo en un ataque de ira y al ser confrontado por su padre decide dejar su casa para alcanzar sus sueños musicales siguiendo a las bandas que hablaban de libertad, sueños y de justicia transformando la escena musical de los años 60s.
El reencuentro después de este quiebre emocional se viene a dar en un hospital después de 20 años sin saberse nada de este hijo prodigo y en una situación desesperanzadora porque los padres son notificados que su amado hijo sufre de un tumor cerebral que no le permite distinguir entre el pasado y el presente.
Es un drama que llega al corazón porque trata un tema que desafortunadamente cada vez es más frecuente y donde día a día escuchamos de más y más personas que padecen enfermedades mentales generando un dolor profundo en sus familias. Dolor que muchas veces se esconde o pocas veces se comparte porque la persona que se ama va desdibujando su vida y su esencia perdiéndose en la inmensidad de sus pensamientos. La maravillosa forma que este padre pudo conectarse con su hijo fue justamente a través de la música, esa misma que les llevó a romper relaciones y que por unos instantes al momento de juntos escucharla podía volver en sí y recuperar un poco de lo que fue.
Somos seres sensibles que constantemente estamos expuestos a todos los géneros musicales pero siempre habrá esa melodía o canción que nos transportará a uno o muchos momentos donde podemos ser esos pequeños en una infancia o juventud que ya no volverá pero que al momento de cerrar los ojos tiene el efecto de transportarnos nuevamente a ese lugar que tanto amamos.
Esto, lo pude comprobar con una buena amiga mía hace un par de años cuando con mucha tristeza me compartió la situación de su padre quien día a día iba alejándose de ellos por una horrenda demencia senil. Recordé la premisa de esta película y se la compartí, al mismo tiempo que le envié canciones que sabía su amado padre amaba, ya que mi padre y el de ella compartieron momentos juntos muchos años atrás uniéndoles las aventuras y la música.
Cual fue la sorpresa al día siguiente llegó ella con lágrimas en sus ojos compartiendo que por un breve momento pudo recuperarle. Al momento de escuchar esas canciones, su padre fue el mismo de siempre como si el tiempo jamás hubiera transcurrido. Pudo reír y hasta contarte anécdotas. Definitivamente fue un regalo increíble en medio de un momento duro y hoy que él ya no se encuentra con nosotros, puedo esbozar una sonrisa al comprobar que la música sigue conectándonos y acercándonos a aquellos que tienen que ser parte de nuestra historia.
La vida no siempre será justa, pero podemos agradecer a aquellos que con su talento hablan de ello y lo hacen de una forma magistral combinando notas musicales y palabras provocando un efecto sanador y liberador que necesitamos para seguir adelante, por lo que me uno a este título para que la música jamás deje de sonar en nuestros corazones.